Es muy común que protestemos por las acciones de los
políticos que nos dirigen y de las instituciones donde están encuadrados: los
partidos políticos; aunque al final todos somos, realmente, como ellos. Nos
metemos todos y que se salve el que pueda.
Claro ejemplo de esta situación descrita anteriormente, lo
encontramos en muchas de nuestras actividades diarias y podrían valer como
ejemplo tareas que todos realizamos pero que no comparamos porque nos
daría, o debería darnos, vergüenza, me explico: en nuestras empresas, siempre
que no sean particulares o dependientes de autónomos; en nuestra comunidad de
vecinos; en las asociaciones civiles; y adónde quería llegar, en nuestras
Hermandades.
Yo que he prestado mis servicios en una gran multinacional,
reconocía la política en los dirigentes que habitualmente eran cambiados en
periodos corto o medios de tiempo, entre tres y cinco años, una actitud muy
parecida a la de los partidos. El que llegaba, que no conocía a nadie, y en
muchas ocasiones ni tampoco la actividad ni los resultados contrastados, lo
primero que hacía era cambiar los cuadros medios. No importaba ni el trabajo
desarrollado ni los objetivos cumplidos por los anteriores, se cambiaban y
punto. Eso sí, todos salían recolocados, -las puertas giratorias que les llaman ahora-, en otros departamentos de la empresa
bajo el amparo del jefe sustituido o emigraban a otra empresa en la que el jefe
había sido contratado. Nunca se buscaba a los más cualificados, tampoco a los
mejores conocedores ni de productos ni de mercados, sino que se buscaba al
cómodo, dúctil y leal a costa de lo que fuera y se empezaba a hacer política;
es decir: se prometía lo imposible, se pedía lo irrealizable y se ejecutaba lo que
se podía; o sea todo mentira. Lo que se podía se conseguía con el trabajo
diario, los conocimientos del mercado y la confianza granjeada, durante muchos
años de buen hacer, de los “machacas” que no participaban de los éxitos pero sí
eran los que pagaban los fracasos
En las comunidades se llega a lo grotesco, yo viví en una de
144 vecinos y era tan surrealista como pueda ser la que se parodia en la serie “aquí
no hay quien viva”. Estaban los líderes que marcaban objetivos, los medios que
se preocupaban de llevarse bien con el líder y medraban y trataban de venderle
a los demás vecinos la bonanza de gestión que hacía el líder y lo importante de
los objetivos marcados que, casi siempre, coincidían con realizar sus “caprichos”,
por ejemplo: había que poner tal antena de tv que era lo mejor, no la más útil,
sino la que al líder le parecía. Había que establecer normas y horarios para
diversas actuaciones no en función del bien común y mayoritario, sino la que le
convenía al líder, por ejemplo: el horario de silencio que se marcaba en el
patio -que no hubiera niños dando voces, vamos- no era el normal de siesta, de
15 a 18 sino que hacíamos el que le venía bien al líder que era de 12 a 15
porque él entraba a trabajar a las 15 y hacía su siesta de 12 a 14. Al igual
que antes, el común de los vecinos costeábamos los errores y cargábamos con los
trastos.
Igualmente pasa si te integras en una Asociación de vecinos,
en un club deportivo o recreativo, en el AMPA del colegio de tus hijos o en el
grupo parroquial de tu feligresía. Al final terminas siendo el “pagache” de
todo.
Pero quizá, de todos estas actividades, en la que mejor se
aprecia es si participas en el día a día de una Hermandad, pues en ella, además
de ver algo muy similar a lo narrado anteriormente es donde creo se puede
encontrar a la gente más falsa y frustrada del mundo, en mi opinión claro está.
Cuando se empieza en una Hermandad un proceso electoral
crece la afluencia, la asistencia a actos programados, la asistencia a cultos y
el afán de trabajar en personas que ni han hecho nunca nada ni, lo peor, lo
piensan hacer. El estirado empieza a ser cercano; el desaborido a ser agradable;
el despistado a ser atento; el borde a ser educado; el clasista a ser llano; el
que nunca ha aparecido a estar a todas horas, y así podríamos seguir enumerando
situaciones. Todo hasta celebrarse las elecciones, mágico día que pone a cada
uno en su sitio: el que ha ganado empezará a ser altivo, orgulloso,
inaccesible, discriminador y lo peor: dejará de ser lo más importante que debería
de ser, servicial y humilde. Dejará de usar las redes sociales; dejara de dar
información; no buscará medios de comunicación salvo para crecer en su ego
personal; se adjudicará las adquisiciones que se han pagado con el esfuerzo y
sacrificio de todos; le gustará mancharse los dedos de aceite de pescaito y de
rodaja choricera especialmente si hay algún evento organizado por la Hermandad
y es ésta la que paga; porque a él le pasa como al cura de Montoro: que el
tabaco del estanco, el que hay que pagar, es un robo. Para componer a su equipo
no buscará al mejor cualificado o conocedor sino al cómodo. A los capataces no
los tocará porque buena mano que le han echado para conseguir los votos
necesarios de sus costaleros. Con el cura y su equipo parroquial no entrará en
disputa aun teniendo razón en la propuesta, no sea que se complique y tenga que
hacer más labor de la que considera oportuno. En definitiva que todo lo
prometido no lo acepta como deuda y se hará lo que se pueda y ya está bien. Sí
se procurará de estar bien con los influyentes, a los que le da acceso el
cargo, por si les tiene que pedir un favor ya sea para la Institución o
personal. Será atento con el político, aunque en privado diga que es un rojo o
un fascista. También se preocupará de poner en buen sitio de la cofradía a su
hermano, amigo, conocido o cuñado que, si no, no hay quién los aguante. Se
preocupará de cederle su vara al representante del Consejo, aunque sea un tonto
de baba, que se preocupa todo el año nada más que en molestar y en buscar
problemas donde no los hay. No molestará a sus oficiales de Junta que no
aparecen por la Hermandad ni desarrollan las funciones encomendadas, al final
más vale lo malo conocido que lo bueno que me moleste; en fin, que os cuento
que no conozcáis. Al final política.
Más me sorprende la crítica que se practica entre gente que
han formado un grupo de trabajo y que cuando llegan elecciones se separan. Cómo
puedes ver ahora la paja en el ojo ajeno, cuando has estado soportando cuatro,
ocho o nueve años a ese al que ahora criticas. Cómo puedes ahora presentar como
proyecto lo que no has tenido, ni siquiera inquietud, de realizar en el
transcurso de esos años. Cómo quieres que te creamos, ¡miarma! Como bien dice
mi amigo Diego Romero Pérez, que es un sabio de Triana: TÚ NO ME INTERESAS.
¡Ea! hasta otra, que espero que tarde menos.
1 comentario:
¿Pero las Hermandades no es cuestión de hermanos? Ahora veo que es como la vida misma.
Menos mal que no te has metido con los sindicatos.
Un abrazo y un placer leerte.
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