Siempre es mal día para morir, más aún si se está comenzando
en los cincuenta y te quedan tantas cosas por hacer: con tu mujer, con tu hijo,
con tus amigos, en tu trabajo, en tus aficiones y devociones, con la vida en
definitiva, Juanjo, como a ti te quedaban. Sí es cierto, a poco que se te
conociera, que hacerlo en un Miércoles de Ceniza no era una opción descartable
para ti y de ahí que, en ese aspecto, no debes estar descontento en absoluto.
Hace dos días fui a despedirte al mismo sitio en el que
tuvimos nuestra última conversación. También despidiendo a un candelario nuevo,
aunque yo lo conocía hacía muchos años, que supo granjearse el aprecio y afecto
de todos. Te sentí muy malito, Juanjo, y me lo confirmaste en la conversación
que tuvimos cuando nos salimos de la capilla del tanatorio pues no te
encontrabas bien entre tantas personas; pero te noté fuerte y con ganas de
luchar, llamando a la enfermedad por su nombre y lleno de Esperanza como no
podía ser menos en un hombre de Fe y de Dios como eras. Recuerdo que llegó
Maribel buscándote y cuando nos vio juntos se apartó y nos dejó emplazándonos
de nuevo a la cerveza y conversación que teníamos, y tendremos ya eternamente,
pendiente. Es quizá por esto último que, como dice Serrat, “no hago otra cosa
que pensar en ti”. Igual me pasó con Joaquín de los Reyes, también se fue
dejando pendiente una conversación y una cerveza; no me vuelve a pasar, Juanjo,
te lo aseguro, cualquier candelario que me reclame para hablar me tendrá a su
disposición cuándo, cómo y dónde quiera inmediatamente, siempre los monólogos,
como este que escribo ahora, son más desagradables y tristes que una buena
charla entre rubias fresquitas.
Nunca fuimos amigos, en el sentido amplio que les da las ocho
acepciones del DRAE, Juanjo, y no es necesario serlo para sentir y mostrar
aprecio personal por una persona. Creo que ese fue nuestro caso: había afecto,
respeto y una cierta condescendencia en el pensar y desear aunque con distintas
formas de llevarlas a la práctica. En la conversación pendiente, seguramente
hubieran salido como temas de la misma: la actualidad, la política, el futbol,
el trabajo y tal vez algún tema más, pero todos de pasada y superficialmente
para centrarnos en lo que nos gustaba, atraía y sentíamos: la Hermandad de la
Candelaria.
No sé si recuerdas cuándo y cómo nos conocimos con un poco
más de consistencia, yo sí. Fue durante el mandato de Juan Zorrilla. Ya nos
habíamos visto muchas veces, claro está; pero hasta que organizamos en aquel
tiempo, una serie de reuniones encaminadas a encauzar las inquietudes de muchos
jóvenes de la Hermandad hacía la constitución de una candidatura, no habíamos
hablado ni profundizado en las ideas que nos motivaban y movían. Qué inocente
éramos Juanjo, fijamos como sitio de reunión la casa de hermandad para estas
reuniones a puerta abierta y nos usaron Juanjo, como tantas otras veces, nos
usaron. La limpieza y la fraternidad hace tiempo que pasaron a mejor vida en
nuestras Hermandades. Yo mal creo que las hemos convertido en clubes sociales a
los que sólo les faltan la piscina y la pista de paddle. De aquel movimiento
solo salió: la manipulación torticera de lo tratado y varios Oficiales de la
siguiente Junta de Gobierno en la que destacó uno por una frase que usaba mucho
y demostraba su actitud y aptitud para serlo: “me follo a los capataces y
costaleros”, “me follo a los acólitos”, “me follo a los celadores”; en fin:
tanto folló que se hartó y se fue.
A partir de aquellas reuniones apareció el aprecio y el
respeto entre nosotros, pero también la separación en el día a día la
Hermandad. Nunca estuvimos en la misma “cuerda” y aunque nunca llegamos al
enfrentamiento sí, en algunos momentos, yo al menos te sentí lejos y extrañé;
creo que tú en otros momentos también extrañarías algo o mucho de mí. Tú
sabías, aunque nunca lo hablamos directa, clara y pausadamente, el abandono que
sentí de tu parte cuando eras Diputado Mayor de Gobierno y yo capataz del paso
de palio con Ramón Castro de Hermano Mayor. Nunca entendí que diciéndome en
persona que te gustaba y estabas de acuerdo con el trabajo que realizaba, y
estando bajo tu responsabilidad consintieras que se pusiera un delegado de
costaleros que venía a destruir aquel trabajo, como así lo hizo. No se buscaba
el bien de la Hermandad con ello, si ese hubiese sido el motivo yo habría
claudicado en todo, se buscaba lo que se buscaba y hoy es palpable. Te eché de
menos en la agria reunión que tuvimos: Hermano Mayor, Mayordomo y diputado de
costaleros, éste último también Oficial de Junta. En aquella reunión, se da la
paradoja que se me ponen tantas trabas inconsistentes al trabajo que venía
realizando, que fuerzan mi renuncia ya que no hubo valentía ni para echarme. Al
año siguiente dos de los “jueces” pasan
a ser capataces, lo que buscaban: Mayordomo y diputado de capataces y
costaleros, otra vez que nos usaron Juanjo, otra vez.
Pese a todo lo anterior eran más las cosas que nos unían que
las que nos separaban, inmensamente más y principalmente tres: Nuestro Padre
Jesús de la Salud, Nuestra Señora y Madre Candelaria y nuestra Hermandad que
siempre estarán por encima de todas nuestras miserias y defectos humanos de los
que tú ya, desgraciadamente, eres libre. Mi hijo Jesús de la Salud, en la
Semblanza de Juventud que hizo en la Hermandad hace unos años dijo: “en las
Hermandades están los nuevos, los viejos y los de siempre”; en este último
grupo nos podríamos encuadrar Juanjo, en los de siempre y pese a todo.
Sí. Pese a todo y todos, pues hasta por eso pasamos Juanjo.
Que me gustaría poder hacer público los muchos e-mail que tengo cruzados
contigo hablando de Hermandad. En ellos hay mucha verdad, muchos sentimientos,
mucho dolor, mucha Hermandad y mucho catolicismo. Tú tuviste la mala
experiencia de que te apartaran de la Junta de Gobierno de la Hermandad, por
eso me pudiste dar tantos consejos, tanto ánimo y tanta comprensión cuando me
tocó a mí pasar por ese trance. Tú ya puedes saber, desgraciadamente, si es
verdad lo del oráculo, si es verdad ese dicho de los “buenos cofrades” para
justificar sus acciones: “lo que Ellos quieren”; sí, ya sabes si es verdad que
Dios y su Divina Madre se dedican a hablarles y decirles a estos hermanos lo
que tienen que hacer con los otros. Ya me contarás, Juanjo, y seguro que nos
reiremos mucho por este motivo y tu contestación.
He sentido tu enfermedad y muerte Juanjo. No he sido capaz
de expresártelo en vida y ya sé que de nada vale el decírtelo ahora que estás
ausente. No sé si ha sido cortedad, pereza, cobardía o simplemente la Esperanza
de que lo superarías y fuera todo mucho más fácil. Te pido perdón y espero que
si Dios pone otra ocasión de éstas en mi camino sepa reaccionar con más Caridad
y hombría de lo que lo he hecho contigo. Sé que me perdonas y entiendes, al
menos así lo espero.
En el abrazo de condolencia que le di a Maribel me dijo: “al
final se fue y no te invitó a la cerveza”, no importa, sé que la tomaremos y la
pagarás tú en el momento que te dé la oportunidad, que ojalá tarde mucho. Te
saldrá cara seguro, pues ahí estáis muchos con los que poderla compartir y que
sois buenos hermanos, buenos “combebercios” y buenos combeneficiados. Si existe
la eterna Hermandad y Cofradía en la que fiamos, te habrán recibido de
escándalo. Tú tenías buenos embajadores, y hoy gozas de ellos: Tu tío Juan,
Luque, Rafalito Reina, Salvi, Pepillo, Joaquín Pinilla, Joaquín de los Reyes,
José Antonio Núñez Cubero, Ales, Ramón Ybarra, Juan Zorrilla, Antonio Paz y
tantísimos otros que ya disfrutáis de la cercanía de Ellos.
A tu recuerdo Juanjo, va por ti Hermano.
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