Desde antes del Miércoles de Ceniza, de
este extraño año 2020, en el común de los medios que solemos visitar estos días
de la Cuaresma los que nos consideramos cofrades, sabemos que se ha impuesto el
decir: “se ha suspendido la Semana Santa”; o también: “este año no hay Semana
Santa”. Pues, quiénes lo hayan dicho, están tremendamente equivocados o, al
menos, mal informados.
Quizá se dé esta equivocación, por la versatilidad
que encierra nuestra Semana Santa en Sevilla. Aquí, es una celebración tan
diversa y dispersa que admite anunciarse como: Fiestas de Primavera o Semana
Mayor por nuestro Excmo. Ayuntamiento; semana de vacaciones por las empresas de
turismo; reclamo publicitario de bares cofrades y tertulias; y, además, como lo
más importante conmemoración para los católicos: SEMANA SANTA, sin más
calificativos por ser todos innecesarios.
Siempre, desde finales de la edad media
y la entrada en la edad moderna con la consolidación del Reino de España por
los Reyes Católicos; en Sevilla, durante la Semana Santa venimos Conmemorando los
que son pilares básicos y más importantes de nuestra Fe Cristiana, como son: la
aceptación de Jesucristo, Verdadero Dios y Hombre, de su Pasión y Muerte en la
Cruz (Domingo de Ramos); la Institución de la Eucaristía (Jueves Santo); Muerte
de Jesucristo y Adoración de la Cruz (Viernes Santo) y Resurrección de Jesucristo,
en Cuerpo y Alma, para la salvación del mundo (Domingo de Resurrección).
Quizás ahora, por esta diversidad de enfoques
que puede soportar la Semana Santa, unido a la profusión de medios de
comunicación existente, y al campo tan amplio de difusión que aportan las
nuevas redes sociales, puede ser que hayamos llegado a una cierta desmedida o confusión
de los principios y motivaciones de su razón de existir; tantas que nos pueden
llevar a la equivocación o, al menos, a la duda. Podría parecer que se ha ido,
excesivamente, a lo fácil, a lo vistoso, popular, costumbrista o como le
queramos llamar; pero confundiéndolo, al menos aparentemente, con lo necesario,
sublime e imprescindible de la Semana Santa. Y no quiere esto decir, que sea prescindible
lo popular o folclórico; ni tampoco que no sea importante, pues sí lo es por lo
que supone económicamente para la Ciudad en general y para muchos artistas y
artesanos en particular; más aún, si todo se ha planteado, y está hecho, en
alabanza y gloria de Dios.
La Religión, como virtud que mueve a dar
a Dios el culto debido; y en nuestro caso valiéndonos de las Hermandades y
Cofradías, que son parte integrante de la Iglesia Católica, al parecer no se ha
sabido adaptar, no ha podido o no ha querido adaptarse a los parámetros en los
que la sociedad ha convenido mensurar a los medios de comunicación y redes
sociales, para ejecutar esa labor de difusión. O al menos, no ha logrado dotarse
de la mesura imprescindible para no rebasar los límites de lo equilibrado y conveniente.
El exceso de participación nunca es perjudicial.
Aunque desmedida, al menos, puede ser inquietante, y a lo peor, incontrolable.
Se ha crecido en el número de nazarenos desaforadamente. Se han desmesurado las
cuadrillas de costaleros. Se han agigantado las Bandas de Música en el número
de sus componentes. Con todo lo anterior y más circunstancias omitidas
voluntariamente, ha habido que redimensionar los ajuares e insignias para las
procesiones aumentando en mucho su número. Hemos conseguido llevar nuestras
procesiones de Semana Santa, al límite de lo imposible. Hemos forzado a las
Instituciones a afrontar una revolución en la economía; y esta necesidad
económica ha traído una nueva necesidad, desconocida de siempre por innecesaria
en las Hermandades: la prisa.
El cofrade, como su propio nombre
indica, necesita: cercanía, amistad, confianza, conocimiento, participación,
camaradería y, principalmente cotidianidad.
Se podría pensar y preguntar: ¿Es que no existen estas condiciones? Nada
más lejos de la realidad; existe y sigue vivo el espíritu, aunque la dispersión
urbana, la dimensión de los censos actuales y la relajación en las prácticas
religiosas, que se están instalando en la sociedad, han devenido en unas formas
de actuación y comportamientos diferentes a los existentes hasta hace pocos
años. ¡Ojo! No digo ni mejores ni
peores, digo diferentes.
Seguramente, por todo anterior expuesto,
se ha podido trivializar la vida de las Hermandades; Instituciones que no
fueron creadas para un solo día al año, sino para una cotidianidad y una
asistencia frecuente, sin necesidad, para ello, de la programación de eventos o
actividades como si de un club social se tratara. El cofrade tiene que sentirse
necesario, partícipe, tenido en cuenta para todo y por todos, querido e
importante.
Los cofrades necesitamos formación. No lecciones
de Historia Sagrada, ni charlas de colegio; necesitamos conocer y experimentar
nuestra filosofía de cristianos a través de los mejores Oradores y Teólogos
disponibles, clases de Catecismo, conocimiento de Encíclicas, Normas, Cánones y
Directrices de la Iglesia, en definitiva, necesitamos conocer nuestra Religión
y principalmente a través de ella: A DIOS Y SU REINO.
Desgraciadamente vemos desde hace semanas,
los medios de comunicación y redes sociales llenos de fotos y videos de
nuestras Sagradas Imágenes en sus pasos, de su transitar por las calles, de
marchas musicales, de nazarenos y costaleros, etc. pero se echa en falta
“sustancia” ¿Dónde está Dios en toda esta sobreexposición de las Hermandades y
Cofradías? Ahí hay solo una parte, la más festiva seguramente, pero no
indicadora cierta de la realidad. ¿Dónde está la Luz Verdadera que tenemos que
seguir? Seguramente la luz de un cirio o un paso sea buena señal, pero no tan
cierta como la que nos indicada la presencia del Santísimo Sacramento en
nuestra capilla. ¿Dónde está el verdadero Amor a nuestra Hermandad? Quizá la
túnica se le asemeje bastante, pero ésta es de uso solo un día, no de diario.
¿Qué queremos decir cuando nos llamamos católicos? Seguramente sacando una
cofradía, como ejemplo de un día, lo magnificamos, pero necesitamos llevar,
aunque sea un pin, en la camisa de todos los días, que demuestre que no es flor
de un día sino forma de vida. ¿A quién llamamos prójimo? Son muy vivificadores
los abrazos que nos daríamos al llegar a San Nicolás, pero es más importante no
tener que mirar junto a quién te sientas en la Misa por si le tienes que desear
la paz.
¡Sí hay Semana Santa! ¡Sí es hoy Martes
Santo! Sí tenemos los candelarios, la obligación de reflexionar, como hacemos
bajo nuestro antifaz durante la procesión con Nuestro Padre Jesús de la Salud y
Nuestra Santísima Virgen de la Candelaria. Yo al menos lo haré, y me he
propuesto hacerlo sobre lo siguiente: ¿Qué es la Semana Santa en definitiva?
También, con respecto a ella: ¿Estamos dónde queremos estar o necesitamos
adecuar algo?
¡A LA GLORIA SEVILLANOS, A LA GLORIA
CANDELARIOS!