Cada día me encuentro
más a gusto, releyendo y escuchando cosas de mi juventud. Es cierto y verdad,
que entonces, se me iban muchas cosas por desconocimiento y falta de atención.
Sé que, inconscientemente al menos, todo lo visto y oído se retiene en nuestra
mente y que, por lo tanto, va formando nuestra forma de ser y de entender la
vida, sin nosotros saberlo, pero ciertamente. Todo está ahí en tu cabeza,
aunque lleves años sin saberlo ni recordarlo, y basta un simple ronroneo para
despertarlo.
Hace dos noches,
hablando con mi hijo Jesús de la Salud, comentábamos la desazón y falta de
ilusión de los jóvenes. Yo le decía que hay que prepararse y estar dispuesto y
operante para cuando salga la más mínima oportunidad. También le hablaba de mi
creencia en que los jóvenes deberían salir del estado de pasotismo en el que,
la mayoría desgraciadamente, habita y ser más combativos y reivindicativos de
su presente y, principalmente, su futuro.
Por aquella conversación
y por haber leído en el libro de Luis Herrero-Tejedor, -sí, el gordito de
bigote que estaba siempre en la televisión de los ochenta y noventa en
programas de Antena 3-, que se titula: LOS QUE LE LLAMÁBAMOS ADOLFO. En él cuenta
anécdotas y confidencias de los últimos años del franquismo y los primeros de
la democracia, conocidas de primera mano por ser hijo del Ministro Secretario
General del Movimiento y posteriormente, a la muerte de su padre, estar “pro
ahijado” por Adolfo Suarez; destacando los movimientos obreros tan conflictivos
que se vivieron por entonces, durante toda la transición.
Hoy he vuelto un rato a
José Larralde. Es un cantautor argentino, que se escuchó mucho por los primeros
setenta junto con Yupanqui, Cafrune, Facundo Cabral y otros. Era un trabajador
rural, pero estaba claro que su inteligencia natural era excesivamente alta y
decía las cosas muy claritas, tanto que hasta yo las entendía en mí profunda
torpeza, por ejemplo:
No hay ser que tenga más
fuerza
que el que obra con honradez,
no implore si alguna vez
la injusticia lo maltrata;
la razón, aunque ande en bata,
camina con altivez.
Cuando no se quiere ver
no hay más que cerrar los ojos.
El hierro más afilado
se mella con una mirada.
Si el mal por el bien no
es
el mal por el bien tampoco,
diferenciar cuesta poco
si se tiene sensatez.
¿La vida? La vida es sólo
presente
el futuro es esperanza.
Es bueno tener constancia
y mirar con claridad.
Si el hoy es conformidad
mañana es perseverancia.
Esos versos son de su
disco: HERENCIA PA UN HIJO GAUCHO, editado en 1969.
¡Ea, miarmas! Condiós.
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