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27 may 2017

SIEMPRE ES BUENO RECORDAR.

Cada día me encuentro más a gusto, releyendo y escuchando cosas de mi juventud. Es cierto y verdad, que entonces, se me iban muchas cosas por desconocimiento y falta de atención. Sé que, inconscientemente al menos, todo lo visto y oído se retiene en nuestra mente y que, por lo tanto, va formando nuestra forma de ser y de entender la vida, sin nosotros saberlo, pero ciertamente. Todo está ahí en tu cabeza, aunque lleves años sin saberlo ni recordarlo, y basta un simple ronroneo para despertarlo.
Hace dos noches, hablando con mi hijo Jesús de la Salud, comentábamos la desazón y falta de ilusión de los jóvenes. Yo le decía que hay que prepararse y estar dispuesto y operante para cuando salga la más mínima oportunidad. También le hablaba de mi creencia en que los jóvenes deberían salir del estado de pasotismo en el que, la mayoría desgraciadamente, habita y ser más combativos y reivindicativos de su presente y, principalmente, su futuro.
Por aquella conversación y por haber leído en el libro de Luis Herrero-Tejedor, -sí, el gordito de bigote que estaba siempre en la televisión de los ochenta y noventa en programas de Antena 3-, que se titula: LOS QUE LE LLAMÁBAMOS ADOLFO. En él cuenta anécdotas y confidencias de los últimos años del franquismo y los primeros de la democracia, conocidas de primera mano por ser hijo del Ministro Secretario General del Movimiento y posteriormente, a la muerte de su padre, estar “pro ahijado” por Adolfo Suarez; destacando los movimientos obreros tan conflictivos que se vivieron por entonces, durante toda la transición.
Hoy he vuelto un rato a José Larralde. Es un cantautor argentino, que se escuchó mucho por los primeros setenta junto con Yupanqui, Cafrune, Facundo Cabral y otros. Era un trabajador rural, pero estaba claro que su inteligencia natural era excesivamente alta y decía las cosas muy claritas, tanto que hasta yo las entendía en mí profunda torpeza, por ejemplo:

No hay ser que tenga más fuerza
que el que obra con honradez,
no implore si alguna vez
la injusticia lo maltrata;
la razón, aunque ande en bata,
camina con altivez.


Cuando no se quiere ver
no hay más que cerrar los ojos.


El hierro más afilado
se mella con una mirada.


Si el mal por el bien no es
el mal por el bien tampoco,
diferenciar cuesta poco
si se tiene sensatez.


¿La vida? La vida es sólo presente
el futuro es esperanza.
Es bueno tener constancia
y mirar con claridad.
Si el hoy es conformidad
mañana es perseverancia.


Esos versos son de su disco: HERENCIA PA UN HIJO GAUCHO, editado en 1969.

¡Ea, miarmas! Condiós.

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