Hace unos días, mi hija Rosa ponía en Facebook que había
quemado alhucema y el olor la transportó a su niñez y recordaba vivencias en
casa de mi abuela y tías en Carmona. Posteriormente mi hijo Rafael se lo
confirmaba y también decía recordar el característico olor. Ante estos
comentarios, se removieron los propios
recuerdos que me evocaba el olor dulzón y hogareño de esta flor que tanto se
usaba en el transcurso de mi niñez. La hartá de llorar que me pegué fue
importante; soy llorón, ¿qué le hago? La
verdad es que me dejó relajadito y con las vías respiratorias tan despejadas que
para él las hubiera querido el Amstrong, ése que anda por ahí y que lo mismo
sirve para andar en bicicleta, tocar la trompeta casi tan bien como Julio Vera o incluso ser el primero que
anduvo por la luna.
Casi como decía el poeta, “mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla”. Igualmente la mía transcurrió en un patio de Sevilla donde,
aunque no maduraba ningún limonero, si florecían muchas macetas de geranio,
gitanilla, begonia, “pilistra”, frondosos helechos verdes y también unos hermosos arriates con jazmín,
dama de noche y yerbabuena para el caldo de puchero.
Toda la vida familiar, como hay narrado por otras entradas
de este blog, transcurría en una habitación que era a la vez: salón, comedor,
dormitorio y en la tarde de dos días a la semana, martes y sábados durante las
épocas de frio, se convertía en cuarto de baño. Para ello, mi madre, disponía
un baño de cinc, de no más de 80x50x30 cm, ovalado y terciado de agua bastante
caliente y una jofaina de agua fría para adecuarla y atemperarla. Lo ponía
delante de su cama, entre la cómoda y la mesa de camilla y la ropa de ésta era
convenientemente remangada por ese lado para dejar al descubierto el brasero de
carbón y cisco picón que hacía de acondicionador calentador del ambiente
hogareño. El brasero estaba siempre protegido por una alambrera en forma de
medio huevo y entre las patas de la mesa se extendían unos cordeles donde se
secaban normalmente la ropa más necesaria en los días de lluvia o mucha humedad
y que los días de baño, estos cordeles, servían para calentar la ropa interior
y pijama que posteriormente nos pondríamos; era ahí, en ese momento, donde se
sahumeriaba el ambiente con la alhucema.
Cuanto amor, dedicación, entrega y abnegación me recuerda
ese olor. Qué cantidad de recuerdos y sentimientos encontrados en este relato
del baño que os acabo de hacer. Cuánto sacrificio encerraba este baño que
después, por la miseria y necesidad que había, sería aprovechada el agua por mi
madre o por mi padre. Otro inconveniente era que allí vivíamos cinco personas
y, por lo tanto, mientras duraba el baño los otros tenían que permanecer en la
habitación de otro vecino, normalmente en la sala de mi tía Charo que era prima
hermana de mi padre, o en el caso de éste que se iba a la esquina de la calle
Alcaicería con General Mola donde hacían tertulia un buen grupo de amigos al
amparo de Carlos Arenas y Manolo Cortada, de “Foto Carlos”, que allí tenían su
estudio.
Antes he escrito de sentimientos encontrados. Sí,
sentimientos adversos son los que me despiertan, pues, a los agradables y
amorosos hasta aquí narrados se oponen los de la memoria de sacrificios y
estrecheces que tuvieron que soportar muchos españoles para conseguir el estado
de bienestar ahora tan denostado y maltrecho. Ahora, estos iluminados que nos
gobiernan debidamente ordenados e instruidos por sus amos los poderosos de
bancos y mercados nos hablan de sacrificio, de continencia en el gasto y de
derroche en gastos superfluos. ¿Qué sabrán ellos lo que es sacrificio que son
todos unos ladrones y “burla trenas”? en el pecado llevan la penitencia, pues
ninguno de ellos podrá sentirse tan querido por sus madres como nos sentimos
tantos niños pobres que “padecimos”, o disfrutamos, los rigores de las casas de
vecinos. Casas que, aunque se hacían hogar, eran viviendas degradantes e
incluso humillantes para muchos padres y madres que aun, haciendo todo lo
habido y por haber, no podían acceder a la dignidad y derecho de una vivienda
normal.
Pasad por la calle Córdoba, por José Gestoso, la Plaza del Pan o mejor por la
esquina de García de Vinuesa y comprarle a Guillermo, también niño de una casa de
vecino de la Alfalfa, un quemador, pastillas de carbón y una bolsita de
alhucema y tratar de sentir por vosotros mismos la parte agradable de esta
entrada, que la hay y fue amplia y vivificadora para mí.
Ea, ¡miarmas!, hasta otro ratito.
P.S. Esta entrada es
la primera del quinto año, que comienza, de este blog. No quiero dejar de agradeceros la
paciencia, afecto e incluso cariño que me mostráis los que pasáis habitualmente por aquí, sin
vosotros no tendría sentido esta herramienta de comunicación al que tantos y
tan buenos momentos tengo que agradecerle. Muchas gracias por vuestras visitas y principalmente por vuestro reconocimiento.
10 comentarios:
Que grande eres Padre y que te quiero!Conozco a Guillermo fui a hablar con el, para que los Reyes dejaran en mi casa uno de sus quemadores para Adu...un besito y gracias por volver!!
“Mis recuerdos son de un piso de Sevilla, donde se criaban jazmines en el balcón y cintas en el salón. Donde en un cuarto de baño alicatado y perfumado por el ambipur de mi madre y previamente calentado con el calefactor Braun, mi madre nos bañaba y nos secaba con unas toallas con olor a flores dándonos después un toque de colonia para que oliéramos bien y sentándonos en el salón con el climatizador para que no cogiéramos frio, mientras veíamos las películas del DVD en el televisor plano de 37 pulgadas, mientras mi madre bañaba a otro hermano”.
Esto es lo que escribirá en su blog nuestros hijos con el panorama que le están dejando los políticos que tenemos.
PD:también se me cayeron dos lágrimas después de leerte y reconocer en mí todos los detalles, GRANDE ERES FALI!!
¡¡¡Bufff!!! Cuántos recuerdos me has removido amigo, ahora el que va a llorar soy yo, me has devuelto a mi infancia. Un fuerte abrazo amigo, eso es familia y lo demás nada.
Mis recuerdos son de una casa en la calle Caballeriza donde antes de Navidad mis padres compraban un pavo y lo criábamos en la azotea de casa. También de ir a comprar en la plaza de San Idelfonso en una carbonería que estaba allí lo necesario para poner el brasero y con tan poco éramos más felices que ahora. Y cuando teníamos mucho frío nos acostábamos en una misma cama dos y así estábamos más calentitos
Joé Fali, que dos lagrimones se me caen leyendo tus letras. Pero el recuerdo que mas perdura en mi archivo personal es la cara de mis padres cuando por fin consiguieron un "piso" con un "peazo" cuarto de baño con su media bañera y todo. ¿Sacrifios? A nosotros que nos van contar de sacrifios.
Un abrazo.
Preciosa entrada, Rafael. En este terreno eres insuperable. Un fuerte abrazo.
Una entrada muy proustiana, sí señor.
Salud.
Y lo que me alegro, miarma, de seguir contigo en este nuevo año, aunque sea virtualmente. Sentida entrada, pardiez.
Bienvenido por quinto año seguido, amigo!!!
Besos miles y sigue como eres, con ese corazón enorme!
Vuelven los recuerdos y esa literatura fresca y franca. Fantástico Rafaé. Magnífico. Que te vaya todo mejor de lo que deseas. Y eso es poco. Un abrazo
Publicar un comentario