En la cuaresma de 1981, el viernes anterior al de dolores, íbamos Fali Pastrana, Regla su mujer, Rosi y yo por la calle Lineros. Veníamos de tomarnos unas cervezas en el Tremendo de Santa Catalina y nos encaminábamos a buscar dónde tomar unas tapas y pegarnos un pelotazo, o varios según fuera discurriendo la noche.
A la altura de Casa Marciano, nos encontramos con Andrés Moreno y José Guerrero, que se dirigían hacia la casa de Andrés que entonces vivía en la calle Mendoza Ríos, junto a la plaza del Museo. Llevaban un papelón de pescado frito y varias litronas, ya que habían quedado para cenar.
- ¿Adónde vais?, nos preguntaron.
- A cenar y tomar una copa, fue nuestra respuesta.
- Veníos con nosotros. Vamos a cenar juntos y después nos vamos a cualquier sitio a tomar una copa, fue la oferta de ellos.
Total: que por H o por B, al final nos fuimos los seis juntos, sin saber cómo remataría la fiesta. En aquel tiempo cuando nos juntábamos, y aún hoy en día, éramos como los Incansables de Torreblanca *
Nos comimos el pescado y los refuerzos que Margara sacó de las provisiones que tenía; entre ellas, las exquisiteces fritas que hacía y vendía su madre, todo lo que encontramos por frigorífico y despensa y nos bebimos toda la cerveza que José y Andrés llevaban al principio más las que reforzamos por el camino y las reservas que tenían en casa. Fue entonces cuando dimos la cena por concluida.
-¡Para qué nos vamos a ir ahora, que dentro de un rato cierran los bares! nos tomamos unos cubatas aquí y ya está, dijo Andrés que para eso era el anfitrión.
Éramos fáciles en aquella época: Rives con Coca Cola, que era lo que bebíamos todos; no tengo más remedio que hacer un inciso en este punto y recordar los cubatas que preparaba Juan García Núñez, en su pub Titos de la plaza San Pedro, él fue quien nos descubrió la ginebra Rives. También Juan nos regaló, en años posteriores, la creación de un coctel con el nombre de “sahumerio” que entraba muy fácil pero que cogíamos unos colocones de padre y muy señor mío.
Mientras recogíamos la mesa y preparábamos los cubatas, Andrés cogió una lata vacía de las que habíamos dado cuenta anteriormente y empezó a hacerle unos agujeros.
-¿Qué estás ideando Maravilla**?
-Nada, vosotros dejarme y seguir poniendo los cubatas.
No habían pasado ni cinco minutos cuando aparece Andrés con la lata amarrada con tres trozos de guita, semejando un incensario, llena de carbón encendido y cubierto de incienso para darle ambiente a la reunión. En el tocadiscos Arahal a toa pastilla, Centuria de la Macarena y Cruz Roja. Para que os hagáis una idea de por dónde marchaba la reunión, os muestro una fotografía de Andrés cuando se disponía a recoger un vaso que se volcó.
Al rato se acabó toda la bebida que teníamos. Pocas soluciones existían entonces para este problema, pues los bares cerraban a la una por obligación, y los chinos, aún, ni pensamientos de desembarcar por Sevilla. Sí existía una empresa que se llamaba “Los ángeles de la noche” que se dedicaban a proporcionarte desde las diez de la noche a las ocho de la mañana lo que necesitaras: un médico, un “practicante”, flores, pasteles, hielo, tabaco, licores, cerveza, etc.
-Llama a los “ángeles”, dice Joselito, y que traigan lo que necesitamos.
Estábamos haciendo una colecta del dinero que teníamos cuando caímos en que era mucho más práctico, y barato seguramente pues la economía no la teníamos bollante, llamar a Ramón Aramburu, que era nuestro capataz y en aquel tiempo trabajaba de taxista por la noche.
Decidido. Eso hacemos.
Llamamos a Radiotaxi y conectamos con la emisora. En aquellos años, Arcadio Saldaña era el teleoperador de Radiotaxi y habíamos contactado a través de Ramón en las tertulias que formábamos en la casa hermandad de la Candelaria muchas noches cuando acabábamos los ensayos de costaleros y en otras muchas ocasiones.
-Arcadio: ¡socorro! Fueron las palabras que dijo Pastrana
-¿Qué os pasa, algún problema? Fue la respuesta de Arcadio
-Sí, que nos hemos quedado sin nada que beber. Localiza a Ramón y que se traiga todo lo que encuentre por ahí que se pueda beber para la casa de Andrés y tabaco.
Recuerdo que Ramón llevaba entonces un Chrysler 1800 y su nº de emisora era el H-32. No habría pasado ni media hora, cuando llega Ramón y otro compañero suyo taxista con todos los víveres que habían encontrado: Rives, Coca Cola, torrijas, Ducados, etc.
La reunión se prolongó hasta muy tarde, o muy temprano según se mire, las siete u ocho de la mañana, y de allí; de ese casual encuentro de cuatro amigos y sus mujeres, brotó el germen de la tertulia cofrade que en años posteriores se instauro y que aún sigue viva, gracias a Dios: José Guerrero y Pili Heras; Alfredo Álvarez y Mai Palacios; Salvador Valero y Sagrario Ruiz (q.e.p.d.); Rafael Linares y Lou Clemente; Rafael Ruiz y Regla Álvarez; Andrés Moreno y Margara Enríquez (q.e.p.d.), Fernando González y Montse Díaz y este que os lo cuenta con Rosa Muñoz somos los que permanecemos. Se separaron del grupo José Antonio Conesa y Salud Enríquez, al tercer o cuarto año.
La tertulia se convoca como tal, una sola vez al año; siempre el mismo día: viernes anterior al viernes de dolores, en el domicilio de cada uno alternando cada año y con un solo objetivo: comernos un pescado frito, bebernos lo que nos permita el cuerpo, aunque ya con alguna moderación, impregnarnos de humo de incienso hasta la exageración, mecer alguna mesa camilla o de comedor, recordar aquellos queridos momentos de los inicios de la cuadrilla de hermanos costaleros de N. P. Jesús de la Salud y N. S. De la Candelaria y reforzarnos en una amistad que ha pasado de ahí, ser amigos íntimos, a ser la verdadera y particular familia que formamos. Esta familia creció con nuestros hijos y sigue aumentando pues en ella ya hay cuatro abuelos y otros que estamos deseando serlo.
Por estas armas, incensario y naveta, estamos blasonados. Armas que labraron las primorosas manos de los Hermanos Delgado, insignes orfebres de Sevilla, con un diseño propio y exclusivo para nosotros.
Parece que fue anoche mismo cuando viví estos momentos que os cuento y son treinta años ya los transcurridos.
Ea; echa humo Rafalito, que lo que tanto anhelamos está a punto de llegar ¡miarma!
NOTAS: * Los Incansables eran un conjunto que andaba entonces por veladas, bares y demás actuando en directo. Su peculiaridad principal los jartibles que eran y famoso también el batería por su extremado extravismo.
** Maravilla era el mote por el que toda la Puerta la Carne conocía al padre de Andrés. Fue, además de una excelente persona, un magnífico fotografo profesional de artistas y toreros. Trabajó muchos años en El Circulo de Labradores, en la Parrilla del Hotel Cristina y en la Iglesia de los Venerables Sacerdotes entre otros. Nosotros seguimos llamando así a Andrés muchísimas veces y el se siente orgulloso de ese mote.
*** Perdón por la calidad de las fotografías. La de Andrés es una de Polaroid y las de la naveta e incensario hechas con el teléfono portatil.
*** Perdón por la calidad de las fotografías. La de Andrés es una de Polaroid y las de la naveta e incensario hechas con el teléfono portatil.
3 comentarios:
Así que a vosotros mejor resulta compraros un traje.
Saludos.
Tu entrada me parece sencillamente genial: has llegado a emocionarme, Rafael.
Que entrañables recuerdos Rafael, y que pena que ya algunos no estén entre vosotros.
Me parece de lujo el que sigais manteniendo la reunión cada año.
Un abrazo
Publicar un comentario