¿IRONÍA?, NO SÉ QUÉ DECIROS.

Desde hace unos días me atenaza una congoja que no me deja vivir. No puedo leer, no rindo en mi trabajo, me falta el sueño, no encuentro descanso ni sosiego en ninguna actividad y gracias a Dios, siempre hay algo positivo, tengo perdidas las ganas de comer. No es nada personal lo que me aflige, es, simplemente, el estado de nuestra España, más aún, de nuestra querida Andalucía y ya por último la caída de la nueva Rumasa.

En un país donde el Gobierno no gobierna; donde la Justicia no funciona; donde los Sindicatos no defienden los derechos de los trabajadores; donde la Patronal es nido de especuladores; donde en los Bancos se reparten como beneficios los dineros aportados por las Hacienda pública para sanear sus cuentas; donde las Cajas de Ahorro son la cueva de Alí Baba y los cuarenta políticos, perdón ladrones, en qué estaré pensando; donde se prejubilan por las empresas trabajadores que no han trabajado en esas empresas; donde los imputados en los casos de asesinatos de niños tienen prioridad a hacer sus declaraciones antes en las cadenas de televisión, previo pago, que en las Salas de Audiencias; donde los policías no pueden patrullar por no poder arreglar los vehículos averiados; donde a los treinta años, aún, no somos capaces de saber y conocer que pasó y quién de verdad organizó el golpe del 23F y tantísimas cosas más que podríamos seguir enumerando: no podemos dejar de la mano a D. José María Ruiz Mateos y su familia: ¡pobrecitos!

D. José María, el empresario que se vió desposeído de sus empresas aunque le quedó para poder seguir viviendo como un rey, él y toda su familia, durante muchos años; el emprendedor que ha conseguido comprar, por un solo euro, empresas saneadas y aligeradas de cargas con dineros públicos; el patrono que ha logrado captar dineros negros, o por lo menos grises, de un gran número de “inversores honestos” que han acudido a las ampliaciones de capital de sus empresas anunciadas en televisión y desaconsejadas por la CNMV; el jefe que después de prejubilar a empleados de sus empresas les sigue empleando en economía sumergida, pregunten por Jerez y otras sedes, y también aquí podríamos seguir con una buena enumeración de despropósitos.

¡Que no!

¡Que no, coño! Que aquí no descubrimos a los malos porque no queremos. Que seguimos consintiendo que los malos sean los que tienen el poder y lo ejerzan. Que después de muchos meses, y años, tenemos dirigentes políticos del máximo nivel, no ya imputados sino condenados y siguen en el sillón que tenían o se lo han mejorado. Que todavía no hay un ingreso de devolución de los dineros indebidamente cobrados ya sean de ERES, de ERTES, de subvenciones, de mordidas, de comisiones o directamente mangado. Que seguimos permitiendo los beneficios descarados y discriminadores de los “PADRES Y MADRES” de la Patria. Que seguimos permitiendo que se cargue la mano contra los de siempre, los pobres y trabajadores. Que seguimos obviando como servidores públicos o ciertas “razas” de empleados públicos y funcionarios sigan mostrando y haciendo ostentación de riquezas que es imposible las hayan ganado con el ejercicio leal y cierto de su empleo, por ejemplo: Militares, Políticos, Inspectores laborales, Inspectores de Hacienda, etc. aunque podamos asegurar que sean excepción los aquí detallados en el global del colectivo. En fin, que no sé de qué me quejo.

España. Nuestra España, es un país de desahogados, nos metemos todos y dejamos una gatera muy pequeña abierta para qué, quién pueda, se salga. Todos nacemos con el marchamo de chorizo y algunos nos resistimos, como gato panza arriba, para quitárnoslo. Hemos somatizado, como normal, la perfidia y la deshonestidad y ahora estamos en Sevilla en la época del año inmejorable para demostrarlo; sólo necesitamos ponernos el terno cofrade e irnos a una de las muchas juras de Reglas que en estos días celebramos en las Funciones Principales de Instituto.

¿Se viene usted?

¡No hombre!, no importa, no se preocupe: llevando un traje oscurito, un nudo gordo de corbata, mucho fijador o la calva brillante, da lo mismo como tenga la conciencia y si es gobernante, menos aún; todo lo peor que le puede pasar es que le pregunte el ungido de turno, ¿qué hay de lo mío?

Ea, hasta otra.