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3 nov 2010

¡UN BAUTIZO CORRALERO!

Lo que cantaba el Pali en sus sevillanas “vaya un bautizo con arte”, debía ser algo más o menos así. Al menos así lo recuerdo de cuando era niño y participaba en los que celebraron en mi antigua casa de vecinos.

La cosa, lógicamente, principiaba con el nacimiento del nuevo vecino que casi siempre nacía en la casa y por lo tanto, era un acontecimiento importante dentro de la comunidad. Ya en las tres entradas anteriores de este tema, en las que os contaba cosas de aquella casa, comentaba que casi todos los vecinos teníamos algún grado de parentesco.

La "barriga" de la madre se vivía con gran cuidado de todos los vecinos: no se dejaba que cogiera peso, no se dejaba que lavara en las últimas semanas y principalmente las mujeres se preocupaban de comprar, cuando iban a la plaza o a las tiendas del barrio, buenos filetes de hígado que decían era bueno para la embarazada o un poquito de paletilla, o jamón, y alguna fruta especial si la futura madre lo llevaba mal o comía poco por el motivo que fuera.

Normalmente D. Juan Rojo pasaba regularmente por la casa de vez en cuando, pero cuando había una embarazada, o cualquier otro tipo de incidencia, lo hacía con más frecuencia. D. Juan era un médico que vivía en la esquina de Candilejo con Cabeza del Rey D. Pedro, cobraba muy poco y, algunas veces como los diteros, muy poco a poco; aunque nunca ponía pegas. Me supongo que aquel hombre, haría aquellas visitas por las casas de vecino más como obra de caridad o social que como desempeño de su carrera.

El día del alumbramiento todas las mujeres estaban al tanto de cualquier detalle y los hombres eran más cautos en las conversaciones y movimientos de diario, con menos espavientos y ruido con el fin de colaborar en lo posible en el bienestar de la futura madre y del nuevo vecino.

A los pocos días de nacer se preparaba el bautizo, normalmente eran las catequistas de la parroquia las que se preocupaban de contactar y negociar fechas y detalles entre el cura, D. Rafael, y los padres. También era frecuente que los padrinos salieran de entre los vecinos de la casa o entre la familia más cercana a los padres. Es curioso que cuando yo fui padrino de mi primo Javi no tendría más de once o doce años y el cura no puso ningún tipo de impedimento, con lo “esaborío” que era. Casi siempre los bautizos eran los sábados por la noche, ya que entonces se trabajaba también ese día hasta últimas hora de la tarde.

La semana del bautizo lo dedicaban las vecinas a preparar el patio: limpieza general, arreglo de macetas y arriates, blanqueo de los tabiques que guarecían las cocinas hacia el patio, blanqueo del zaguán, etc. También se empezaba a realizar cadenetas y flores de papel de colores, iguales a las que ahora se usan para el decorado de las casetas de feria, y mantoncillos del mismo papel de colores. Los niños participábamos en esta tarea de hacer las cadenetas y las flores. Estas cadenetas y flores se colgaban entre las barandas de los corredores de arriba junto con unas guirnaldas de bombillas sobre el patio y con los mantoncillos se cubrían estas barandas.

Ya el mismo día del bautizo por la mañana íbamos a la fábrica de nieve, que había en la plaza de la Encarnación junto al hoy Hotel Ducal, que era a su vez un almacén de plátanos, o bien a otra que estaba en la calle Santa Ángela de la Cruz esquina con Jerónimo Hernández, y allí se compraban varias barras de nieve que convenientemente partidas en trozos y metidas en baños de cinc o en lebrillos de barro servían para enfriar las bebidas.

Las bebidas consistían principalmente en mucho “mollate”, bien blanco o tinto, para los hombres, botellines de cervezas para las mujeres y gaseosas para los niños. En los últimos bautizos que se hicieron en la casa, que fueron los de mis primos Manolo Polo del que fue madrina mi hermana Carmen y Javier Núñez del que fuimos padrinos mi hermana Loli y yo, las gaseosas se cambiaron ya por Pepsi Cola y Mirinda que le facilitó a mi padre su compadre Faustino Gómez que entonces eran lo más de lo más. En el apartado del condumio si había más variedad: tortillones de papas, picadillos de atún, papas aliñá, caracoles si era su tiempo o chirlas abiertas con ajo y vino si no lo era, chacinas, aceitunas, tomates con sal y ya, en los últimos que recuerdo, sus gambitas cocidas y su jamoncito y todo. También se preparaban algunos guisos de carne ya fuese con tomate o en salsa y casi nunca faltaba el ollón de menudo y el perolón de espinacas con garbanzos. Allí en mi casa se estilaba que mi primo Paco “la vieja”, que era pastelero, sacara el anafe y el perol que usaba para los pestiños y torrijas y organizara una fritada de pescado, pavías y friturillas de bacalao con sus correspondientes pimientos fritos si era el tiempo. Ya pasada la medianoche siempre alguna vecina empezaba a ofrecer una tacita de caldo del puchero para entonar el cuerpo y a partir de ese momento hacían aparición las bebidas fuertes. Para los hombres: aguardiente y coñac y una botella de Marie Brizar para las mujeres y los niños que le echaran cara.

Todavía no se habían popularizado los combinados y el único que bebía huisqui con Play Boy era mi primo Fernando Morillo que fue un adelantado en todo ese tipo de cosas y siempre decía muy serio cuando veía a la gente con las copas de aguardiente o coñac “qué pobreterío más malo, coño”.

Quizás el momento de más follón era cuando el padrino tiraba “el pelón”. Desde que se salía de la Iglesia ya empezaban los niños a pedirlo y a dar por saco con el cante: “padrino no te lo gastes en vino, gástatelo en caramelos que están mucho más buenos” eso se podía escuchar algo así como diez mil veces, ¡qué pesaos los niños, joé! Entonces había un momento en que el padrino sacaba una talega de monedas pequeñas y se formaba una bronca y un barullo de cojones, con todos los niños saltando y tirándose de cabeza a por las monedas. Yo me cabreé mucho en el bautizo de Javi porque mi padre no me dejó tirar el pelón a mí que era el padrino y lo tiró él que para esas cosas se las pintaba solo por el mucho mamoneo que le daba y el jaleo que organizaba.

El apartado musical correspondía casi siempre a Andrés, el taxista de la calle Boteros, que le pegaba a la “sonanta” y se traía invitado a amigos suyos que le pegaban a la sevillana y algunos de ellos al cante flamenco. También había vecinas que lo hacían muy bien y principalmente la Lola Medina, que organizaba unos tinglaos en un momento, de padre y muy señor mío, con sus bailes y cuchufletas. También se sacaba al patio un mueble musical que tenía la Concha de Morilla y que le había tocado en la tómbola que ponían en la Plaza de San Pedro, dónde hoy está el Colegio de Arquitectos. Ese mueble tenía tocadiscos, radio y televisión y siempre me acuerdo de él cuando veo algunos parecidos que salen en las películas antiguas americanas. La música que se solía poner eran Coplas o bien Machín, Enrique Montoya, Manolo Escobar, José Guardiola, Aurora Bautista, Marisol, Dúo Dinámico y cosas por el estilo para bailar.

La fiesta solía durar toda la noche del sábado y después el domingo, aunque aflojaba un poco por la mañana, todo el día.

El patio se ponía de bote en bote. No me siento capacitado para aforar aquel espacio pero entiendo que no menos de doscientas cincuenta o trescientas personas en los momentos más álgidos de la fiesta. En definitiva, allí participaba todo el barrio.

En fin una entrada más de memorias que creo a muchos os traerá recuerdos de otros tiempos y otras formas, ni mejores ni peores, pero, sí muy distintas a las que solemos utilizar hoy. Igualmente esta entrada me vale para romper la racha que llevo de entradas de despedidas como han sido las dos últimas.

¡Dónde hay un bautizo, miarma, que tengo ganas de pegarme un cachondeo!

8 comentarios:

Capitán dijo...

Memoria de un tiempo que se fue, ¿y no volverá?

Ahora todo tan distinto y sin embargo tan igual, al in las formas cambian, pero las personas no tanto.

Fantástica entrada

Un abrazo Rafael

sevillana dijo...

Bueno, bueno estas son las entradas que me gustan.
Le he estado leyendo a mi padre tu entrada y me cuenta que D. Juan Rojo fue el medico que le abrió a él el pecho porque se le formó como una bolsa de pus y también me cuenta que si ustedes vivíais por esa zona seguro, seguro, que llegó a conocer a tus padres.
Todos mis hermanos nacieron también en casa menos yo, que para ser diferentes a ellos nací alrevés y a mi madre la tuvieron que llevar al antiguo hospital.
Todos los acontecimientos se celebraban en casa tanto bautizos como comuniones.
Eran otros tiempos y te digo que antes con menos cosas lo pasábamos mejor que ahora que tenemos de todo.
Besos

ANTONIO SIERRA ESCOBAR dijo...

A mí se man sartao las lágrima -mi arma- ¡ese arte lo he vivio yo también en la casa de vecinos donde me crié!..los mismos con distintos nombres. Por cierto "los mismos" cantaban aquello de, tres cosas hay en la vida...a lo ye-ye. Un abrazo, excelente.

Verdial dijo...

Que entrada tan entrañable, que recuerdos...te has lucido miarma, no has podido contarlo mejor ni con más arte. Y además todo verídico.
Me ha encantado.

Un abrazo

La gata Roma dijo...

Que me gustan estas entradas Rafael!!!

Que poco tiene que ver con el último bautzo al que fui, pero bueno, este tampoco estaba mal…

Kisses

Juanma dijo...

Como dice la Gata, los bautizos de hoy ya tienen poco que ver con toda esta maravilla que nos cuentas. Y que lo haces tan bien que parece que estamos viendo, con claridad, una película. Fantástico, mi querido Rafael.

Un fuerte abrazo.

Juan Carlos Garrido dijo...

Me temo que ahora es todo más comercial, como una boda en chico. De hecho, incluso los cumpleaños son como para echarse a temblar. En algún punto, perdimos el norte y el sentido común.

Saludos.

Enrique Henares dijo...

Querido Rafael, mil gracias por dejarme la pista de estas cuatro entradas en mi blog. Esto, por el interés y por cómo está escrito, es para seguir ampliándolo y recogerlo en un libro. Desde aquí te animo.