Después de una preparación intensa en el mes anterior al comienzo del camino, que comprendió ayudar a Juanma en la reparación que le estaba haciendo a la carriola y reparar para adecuar un remolque para que lo usaran las mujeres, llegaron los días grandes que me acercarían de nuevo a mi Hermandad de Sevilla en primer término y, más importante, a la Virgen del Rocío después de dos años sin ir hacia Ella.
No fuimos capaces de acabar la noche del miércoles con todo, por lo tanto el jueves empezó el camino un tanto raro: Partí desde casa andando para asistir a la Misa de Romeros en el Salvador y una vez entronizaron el Simpecado en su carreta de plata y desayuné con Rosi, mi mujer, mi hermana Carmen, Joselito y Pili para despedirme, me lancé a coger un transporte tan poco rociero como puede ser el metro.
Ya estaba en Mairena y últimos retoques que quedaron por hacer la noche anterior y preparar la primera parada que siempre hacemos en casa de Juanma bastantes hermanos de Sevilla. Allí echamos un buen rato con amigos que se acercan a despedirnos y también allí nos traen las bestias que llevamos en la reunión nuestra y en la de Barto y Elo.
A las tres, más menos de la tarde, y aunque este año no se escuchaban cohetes, sabíamos que nuestra Hermandad estaba cerca y nos reclamaba para que nos uniésemos a ella en el camino del Pudio. En las fotos podréis ver que de “motor” en el carro íbamos nada más que de miedo, la verdad es que me sorprendió “el taco” pues, aunque lo había visto en fotografías del año pasado y había escuchado hablar de él, no me lo podía figurar así: culata inmensa, suelos impresionantes, pecho como el de un tractor moderno, lomo para que una trupe entera de saltimbanquis hagan su número de circo y el cuello mejor colocado que muchos caballos de los que se ven por los caminos.
¡Ea, pues vámonos que nos vamos! No tardamos en coger a la Hermandad e integrarnos en la marabunta que esos estrechos caminos, de Tomares y Mairena, provocan hasta que nos acercan a Monesterejos. Ya a la salida de Mairena se nos había unido Barto, y la tarde se presentaba buena: copita, cantecito por lo bajini, risas, alegría de comienzo y buen son. Varias fueron las paradas aquella tarde y propiciaron que nos perdiéramos de las mujeres y se nos uniera el “Moli”.
A nosotros la verdad es que vernos solos y los últimos no nos sorprende ni disgusta y además, hacemos de coche escoba que a algunos, en ciertas ocasiones, les viene de miedo. Total, todo estupendo para tener el primer incidente del año: ji ji ji, ja, ja, ja y todos por la espalda del coche.
La verdad es que no nos dio tiempo a darnos cuenta de nada, fue como un rayo que “el taco” lanzara las patas hasta el pescante, menos mal que la tabla es dura, se rompe la barriguera y el Moli, Barto y yo, como en los dibujos animados, estábamos en el suelo pero catapultados; Juanma se quedó en el pescante con las riendas cogidas, la cara descompuesta y las bajeras no sabemos cómo pues no hicimos ninguna investigación exhaustiva.
Todo bien: “el taco” tranquilo. Juanma rescatado de su atalaya, Barto y yo todo lo bien que se puede estar después de un “talegazo” con los más de cien Kg. que pesamos en canal y el Moli, el cabrón, que con toda la habilidad del mundo había mantenido lleno hasta el vaso ancho que llevaba con güisqui manchado de coca cola.
De siempre he escuchado decir que “¿al campo?, pan y soga” según los antiguos. Pues eso; no soga pero sí “hiscales” que son las cuerdas de rafia negra que atan las alpacas de paja, llevábamos un puñado de ellas pues en más de una ocasión nos han sacado de un apuro, eso es una bendición de material y conseguimos apañar todos los aparejos para poder seguir hasta Cuatrovitas. Lo más lamentable del incidente fue que la nevera del coche se nos rompió, y por lo tanto, sin ella, perdíamos una buena ración de independencia, aunque no hay que apurarse por nada y gracias a Dios en la romería del Rocío son pocas las cosas que no tienen solución.
Redistribución de las cargas tras la oportuna llamadas de auxilio a las mujeres. El Moli con su reunión, Barto y yo en el coche de las mujeres rápido a Cuatrovitas, para después de dejarlos regresar yo para acompañar a Juanma que siguió en el carro con “el taco” enganchado como pudimos y todo resuelto, pues después de un rato ya estábamos todos sanos y salvos en la acampada para pasar una bonita noche de camino.
¡Que grande eres Madre mía del Rocío!
Seguiré contando cosas de este camino que con tanta ansia he vivido, y aún no tengo bien digerido.
No fuimos capaces de acabar la noche del miércoles con todo, por lo tanto el jueves empezó el camino un tanto raro: Partí desde casa andando para asistir a la Misa de Romeros en el Salvador y una vez entronizaron el Simpecado en su carreta de plata y desayuné con Rosi, mi mujer, mi hermana Carmen, Joselito y Pili para despedirme, me lancé a coger un transporte tan poco rociero como puede ser el metro.
Ya estaba en Mairena y últimos retoques que quedaron por hacer la noche anterior y preparar la primera parada que siempre hacemos en casa de Juanma bastantes hermanos de Sevilla. Allí echamos un buen rato con amigos que se acercan a despedirnos y también allí nos traen las bestias que llevamos en la reunión nuestra y en la de Barto y Elo.
A las tres, más menos de la tarde, y aunque este año no se escuchaban cohetes, sabíamos que nuestra Hermandad estaba cerca y nos reclamaba para que nos uniésemos a ella en el camino del Pudio. En las fotos podréis ver que de “motor” en el carro íbamos nada más que de miedo, la verdad es que me sorprendió “el taco” pues, aunque lo había visto en fotografías del año pasado y había escuchado hablar de él, no me lo podía figurar así: culata inmensa, suelos impresionantes, pecho como el de un tractor moderno, lomo para que una trupe entera de saltimbanquis hagan su número de circo y el cuello mejor colocado que muchos caballos de los que se ven por los caminos.
¡Ea, pues vámonos que nos vamos! No tardamos en coger a la Hermandad e integrarnos en la marabunta que esos estrechos caminos, de Tomares y Mairena, provocan hasta que nos acercan a Monesterejos. Ya a la salida de Mairena se nos había unido Barto, y la tarde se presentaba buena: copita, cantecito por lo bajini, risas, alegría de comienzo y buen son. Varias fueron las paradas aquella tarde y propiciaron que nos perdiéramos de las mujeres y se nos uniera el “Moli”.
A nosotros la verdad es que vernos solos y los últimos no nos sorprende ni disgusta y además, hacemos de coche escoba que a algunos, en ciertas ocasiones, les viene de miedo. Total, todo estupendo para tener el primer incidente del año: ji ji ji, ja, ja, ja y todos por la espalda del coche.
La verdad es que no nos dio tiempo a darnos cuenta de nada, fue como un rayo que “el taco” lanzara las patas hasta el pescante, menos mal que la tabla es dura, se rompe la barriguera y el Moli, Barto y yo, como en los dibujos animados, estábamos en el suelo pero catapultados; Juanma se quedó en el pescante con las riendas cogidas, la cara descompuesta y las bajeras no sabemos cómo pues no hicimos ninguna investigación exhaustiva.
Todo bien: “el taco” tranquilo. Juanma rescatado de su atalaya, Barto y yo todo lo bien que se puede estar después de un “talegazo” con los más de cien Kg. que pesamos en canal y el Moli, el cabrón, que con toda la habilidad del mundo había mantenido lleno hasta el vaso ancho que llevaba con güisqui manchado de coca cola.
De siempre he escuchado decir que “¿al campo?, pan y soga” según los antiguos. Pues eso; no soga pero sí “hiscales” que son las cuerdas de rafia negra que atan las alpacas de paja, llevábamos un puñado de ellas pues en más de una ocasión nos han sacado de un apuro, eso es una bendición de material y conseguimos apañar todos los aparejos para poder seguir hasta Cuatrovitas. Lo más lamentable del incidente fue que la nevera del coche se nos rompió, y por lo tanto, sin ella, perdíamos una buena ración de independencia, aunque no hay que apurarse por nada y gracias a Dios en la romería del Rocío son pocas las cosas que no tienen solución.
Redistribución de las cargas tras la oportuna llamadas de auxilio a las mujeres. El Moli con su reunión, Barto y yo en el coche de las mujeres rápido a Cuatrovitas, para después de dejarlos regresar yo para acompañar a Juanma que siguió en el carro con “el taco” enganchado como pudimos y todo resuelto, pues después de un rato ya estábamos todos sanos y salvos en la acampada para pasar una bonita noche de camino.
¡Que grande eres Madre mía del Rocío!
Seguiré contando cosas de este camino que con tanta ansia he vivido, y aún no tengo bien digerido.
P.E. Perdón pero no sé etiquetar las fotos, en la primera están Cruz, mujer de Juanma y Rosi. En la segunda Juanma y yo que soy el más gordo y el más guapo. En la tercera el chaval joven es ni hijo Jesús de la Salud que está con Cruz, Sonia, Rocío y Pepe.
2 comentarios:
Vaya caminos que recorreis, to los años te pasa algo, como el año pasado cuando os perdisteis.
Son para reirse y escribir un libro, aunque me imagino que la situación a ti no te haría mucha gracia. Por cierto ¿ustedes no llevais carriola?
Saludos
Jajaja, seguro que esto nunca le pasó a la Pantoja, ahora ya lo habéis podido contar, ya veremos la siguiente que seguro que más de una anécdota vas a venir a relatarnos, miarma.
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