Yo no tuve la suerte de que mis padres me dejaran herencia rociera, como otras tantas cosas de mi vida me lo he tenido que buscar. Sí es verdad, que mi madre me enseño el respeto a muchas tradiciones y me transmitió el cariño hacía nuestra Madre Bendita, ella se llevaba bien con muchas advocaciones: Loreto, Macarena, O, Candelaria, Rocío y se llevaba la palma Ntra. Sra. De los Reyes. A Ésta, a la Virgen de los Reyes, la volvía loca pidiéndole siempre por su gente y por los allegados aunque, a fuerza de ser sincero, nunca le escuche pedirle nada material ni lanzarle ningún reproche aunque tuvo la experiencia peor que, creo, se puede tener en la vida, ver morir a una hija.
Creo que puedo llamarme rociero y también, cuando puedo, presumo de ello. Mi inquietud rociera nace desde niño cuando, dejando a un lado clases y demás asuntos, me iba desde el Salvador hasta la entrada de San Juan de Aznalfarache detrás de las carretas. Antes de esta marcha había ayudado, por la mañana temprano, a Antonio Mendoza, junto con mis amigos de entonces: Pepe Parra, Antonio Gómez, José María Martínez, José Manuel Buiza y otros a repicar las campanas cuando bajaba el Simpecado, desde la puerta que es donde se hacía la Misa de Romeros, hasta la Carreta de bueyes. Ni que decir tiene la paliza que me caía de mi madre cuando aparecía por el patio de la casa de vecinos donde vivíamos y el choteo, o ayuda a decir verdad, de las vecinas gritándole a mi madre: ¡Isabela, no le pegues más al niño por ir detrás de la carreta de la Virgen del Rocío!
Poca disciplina me enseñaban aquellas cachetadas y zamarreones, pues pasada una semana ya estábamos todos de nuevo esperando, en las primeras horas de la tarde, a las carretas en los escalones del Monumento al Sagrado Corazón que estaban junto a la gasolinera de San Juan. De regreso a casa a lo que entonces eran altas horas de la noche, es decir, las once o por ahí más o menos........., otra paliza y a dormir calentito.
Aquello pasó y en el tiempo que me duro el polleo e incluso hasta después de casado, me olvidé del Rocío.
No frecuenté esta devoción salvo en las visitas esporádicas que hacía a la Señora coincidiendo con viajes a la playa en verano o domingos que salíamos al campo con los amigos o familia para echar el día de recreo y de camino ir al Rocío para ver a la Virgen.
Fue en los años 80 cuando un grupo de amigos: José Guerrero, Andrés Moreno, Fernando González, Alfredo Álvarez, Goyo Solanes y yo, decidimos echarnos al camino sin más cobijo que un saco de dormir para cada uno, una tienda de campaña incapaz de cobijarnos a todos, una bolsa grande de latas de conservas y dos cajas de aguardiente de Alosno. Por aquel entonces la Hermandad de Sevilla permitía que los peregrinos pusiéramos la impedimenta en el remolque que llevaban para transportar cohetes y la comida de las bestias. Cuando llegamos a Cuatrovitas, entre lo cansado que íbamos y lo perjudicado que estábamos, pues nos dijeron que debíamos beber mucho aunque nosotros no entendimos que era agua lo que teníamos que beber, ni encontramos la tienda ni los sacos “ni na de na”. La verdad es que nos acostamos donde pudimos y dormimos como “benditos del cielo”.
Desde aquel año, han sido muy pocos los años que no he podido ir hacía Ella en días similares a éstos. Los primeros años sólo con los amigos que quedaron de los primeros y otros que se fueron agregando. Ya después con la compañía de nuestras parejas y posteriormente con la compañía de algunos de nuestros hijos. Han sido caminos de Amor, Camaradería, Cariño, Amistad, Buen humor, Pena por perdida de seres queridos y familiares, Alegría y, sobre todo, Devoción por la Virgen del Rocío a la que logré conocer en estos muchos caminos pasados siempre con mi Hermandad de Sevilla.
Cuantas horas de conversación con “el Cani” de Bollullos, y con su hijo Joselito; con Andrés -actual carretero del Simpecado-; con Juan -carretero de los Cabrera- y tantos otros de estos buenos rocieros que nos llevan hacia Ella. Cuanta filosofía de vida aprendida de estos nobles y sencillos hombres guardianes celosos del humilde oficio que atesoran con el sólo motivo del Rocío.
Este año no puedo ir hasta Ella y lo admito, con dolor y pena pero lo aguanto. Para ello hago mió el dicho que tienen los almonteños: Lo que la Virgen quiera. Ella dispone y nosotros lo único que podemos, y debemos, hacer es aceptar sus designios.
Buenos rocieros me han enseñado lo mejor del rocío, también ha habido grandes desengaños y mentiras proporcionadas por quienes se creen rocieros, y pueden que lo sean. Buenos recuerdos de mucha gente de la Hermandad de Sevilla que ya no están y otros a los que aplicarles la máxima evangélica de: apartaros de quien no os quiere y cuando salgáis de su casa sacudiros el polvo de las sandalias. Agradecimiento para aquellos que me han invitado y ayudado a sentirme útil con mi Hermandad y también para con los que habiendo tenido mal comienzo al conocerlos han sabido ser humildes y aceptar sus errores y hoy los puedo llamar amigos, en definitiva: Rocío, siempre Rocío.
Ahí queó, ¡miarma!, con dolor de mi corazón pero ahí queó.
¡VIVA LA VIRGEN DEL ROCIO!, ¡VIVA LA MADRE DE DIOS!, ¡VIVA EL DIVINO PASTORCITO! Y ¡VIVA LA HERMANDAD DE SEVILLA!
Creo que puedo llamarme rociero y también, cuando puedo, presumo de ello. Mi inquietud rociera nace desde niño cuando, dejando a un lado clases y demás asuntos, me iba desde el Salvador hasta la entrada de San Juan de Aznalfarache detrás de las carretas. Antes de esta marcha había ayudado, por la mañana temprano, a Antonio Mendoza, junto con mis amigos de entonces: Pepe Parra, Antonio Gómez, José María Martínez, José Manuel Buiza y otros a repicar las campanas cuando bajaba el Simpecado, desde la puerta que es donde se hacía la Misa de Romeros, hasta la Carreta de bueyes. Ni que decir tiene la paliza que me caía de mi madre cuando aparecía por el patio de la casa de vecinos donde vivíamos y el choteo, o ayuda a decir verdad, de las vecinas gritándole a mi madre: ¡Isabela, no le pegues más al niño por ir detrás de la carreta de la Virgen del Rocío!
Poca disciplina me enseñaban aquellas cachetadas y zamarreones, pues pasada una semana ya estábamos todos de nuevo esperando, en las primeras horas de la tarde, a las carretas en los escalones del Monumento al Sagrado Corazón que estaban junto a la gasolinera de San Juan. De regreso a casa a lo que entonces eran altas horas de la noche, es decir, las once o por ahí más o menos........., otra paliza y a dormir calentito.
Aquello pasó y en el tiempo que me duro el polleo e incluso hasta después de casado, me olvidé del Rocío.
No frecuenté esta devoción salvo en las visitas esporádicas que hacía a la Señora coincidiendo con viajes a la playa en verano o domingos que salíamos al campo con los amigos o familia para echar el día de recreo y de camino ir al Rocío para ver a la Virgen.
Fue en los años 80 cuando un grupo de amigos: José Guerrero, Andrés Moreno, Fernando González, Alfredo Álvarez, Goyo Solanes y yo, decidimos echarnos al camino sin más cobijo que un saco de dormir para cada uno, una tienda de campaña incapaz de cobijarnos a todos, una bolsa grande de latas de conservas y dos cajas de aguardiente de Alosno. Por aquel entonces la Hermandad de Sevilla permitía que los peregrinos pusiéramos la impedimenta en el remolque que llevaban para transportar cohetes y la comida de las bestias. Cuando llegamos a Cuatrovitas, entre lo cansado que íbamos y lo perjudicado que estábamos, pues nos dijeron que debíamos beber mucho aunque nosotros no entendimos que era agua lo que teníamos que beber, ni encontramos la tienda ni los sacos “ni na de na”. La verdad es que nos acostamos donde pudimos y dormimos como “benditos del cielo”.
Desde aquel año, han sido muy pocos los años que no he podido ir hacía Ella en días similares a éstos. Los primeros años sólo con los amigos que quedaron de los primeros y otros que se fueron agregando. Ya después con la compañía de nuestras parejas y posteriormente con la compañía de algunos de nuestros hijos. Han sido caminos de Amor, Camaradería, Cariño, Amistad, Buen humor, Pena por perdida de seres queridos y familiares, Alegría y, sobre todo, Devoción por la Virgen del Rocío a la que logré conocer en estos muchos caminos pasados siempre con mi Hermandad de Sevilla.
Cuantas horas de conversación con “el Cani” de Bollullos, y con su hijo Joselito; con Andrés -actual carretero del Simpecado-; con Juan -carretero de los Cabrera- y tantos otros de estos buenos rocieros que nos llevan hacia Ella. Cuanta filosofía de vida aprendida de estos nobles y sencillos hombres guardianes celosos del humilde oficio que atesoran con el sólo motivo del Rocío.
Este año no puedo ir hasta Ella y lo admito, con dolor y pena pero lo aguanto. Para ello hago mió el dicho que tienen los almonteños: Lo que la Virgen quiera. Ella dispone y nosotros lo único que podemos, y debemos, hacer es aceptar sus designios.
Buenos rocieros me han enseñado lo mejor del rocío, también ha habido grandes desengaños y mentiras proporcionadas por quienes se creen rocieros, y pueden que lo sean. Buenos recuerdos de mucha gente de la Hermandad de Sevilla que ya no están y otros a los que aplicarles la máxima evangélica de: apartaros de quien no os quiere y cuando salgáis de su casa sacudiros el polvo de las sandalias. Agradecimiento para aquellos que me han invitado y ayudado a sentirme útil con mi Hermandad y también para con los que habiendo tenido mal comienzo al conocerlos han sabido ser humildes y aceptar sus errores y hoy los puedo llamar amigos, en definitiva: Rocío, siempre Rocío.
Ahí queó, ¡miarma!, con dolor de mi corazón pero ahí queó.
¡VIVA LA VIRGEN DEL ROCIO!, ¡VIVA LA MADRE DE DIOS!, ¡VIVA EL DIVINO PASTORCITO! Y ¡VIVA LA HERMANDAD DE SEVILLA!
3 comentarios:
Cuanto me ha gustado esta entrada que veo que está escrita con el corazón y el alma. Mi devoción hacia la Virgen del Rocio creo que viene de mi madre, le gustaba ir los domingo a ver a la Señora para charlar un ratito con Ella, de hecho sus cenizas reposan allí.
Yo tambien me acuerdo a todas horas por donde andarán mis hermanos peregrinos, hoy están haciendo noche a la salida de Villamanrique y mañana tras curzar la Raya harán noche en Palacio.
Por cierto pasate por mi blog cuando tengas un ratito libre y escucha una canción que he puesto en la entrada de el Rocio, ya me dirás que te parece.
Besitos
yo vengo llegando ahora de Cuatrovitas, no te digo na
Hola Sevillana, ya estuve por tu casa el miércoles y vi que tenías problemas con la música.
Ahora volverá por allí, para escucharla, en cuanto tenga un ratito.
Un beso.
Antonio, no te digo na del día que he pasado. Y lo malo es los que me quedan.
Mañana igual me levanto muy temprano y me acerco al Caoso para verlos empezar el día, me he encontrado una botella de Machaquito en mi casa y no sé que hacer con ella con lo cual me la llevo y me la bebo con mi gente.
Al rocío no voy lo menos hasta el miércoles o jueves de la semana que viene para estar un ratito a solas con Ella.
Un abrazo.
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