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24 ene 2009

VAMONÓ OTRA VE

Vámono, ¡miarma!, otro poquito.
Pasada la Semana Santa de 1976, nuestro ánimo no decayó. Seguimos muchos frecuentando a diario nuestra casa hermandad y empezamos a consolidarnos en el grupo que aún hoy formamos. Éramos tíos de entre 16 y 30 años; sólo uno de nosotros era mayor, un gallego que paraba por el barrio y se unió a nosotros. También fue un artífice fundamental para nosotros un sastre del barrio de la Alfalfa, Andrés García, al que Dios tenga en su gloria, que con su saber de hermandades y su alegre filosofía de vida nos ayudo a tomar confianza en nosotros mismos. Andrés era un hombre simpático al completo: su fisonomía, su atuendo, su gracejo socarrón, su arte en definitiva aunque nunca hizo intento de meterse debajo con nosotros. Yo siempre le decía que había aprendido bien del sereno de la Alfalfa, Eugenio, al que una vez cuando lo invitaron a formar parte de una cuadrilla de costaleros y queriendo enterarse de qué iba aquello pregunto: ¿qué es lo que hay que hacer?, cuando le contestaron que había que ajustarse un costal al cuello y después meterse debajo de un palo; contesto: –en el cuello no me pongo yo ni una estampa-.
En el ejercicio siguiente dos costaleros de la cuadrilla, con el ánimo de todos, empezaron a formar la del pasocristo, buen trabajo realizaron. También en aquel año la junta de gobierno tomo conciencia de que la labor realizada no era fruto de la “novelería” y confió a otro costalero de la cuadrilla del palio el mando de ella. También es evidente que prescindieron ya de contratar a las cuadrillas de los Srs. Franco.
De la mano de este nuevo capataz, fueron muchos los costaleros de nuestra cuadrilla que formaron el embrión del que después salió una cuadrilla para un pasocristo del Domingo de Ramos. De la mano de Andrés García, salieron otros para empezar en una Hermandad del Viernes Santo tarde. Algunos de la mano de uno de los nuevos capataces del pasocristo y del grupo importante, antes mencionado, del Tiro Línea empezaron en su barrio. Otros fueron en ayuda de D. Manuel Adame, capataz profesional, que aquel año saco, al menos que yo recuerde, La Amargura el Domingo de Ramos y Santa Catalina el Jueves Santo; no todos los que fueron lo hicieron cobrando pues uno de ellos tenía vínculos familiares con D. Manuel y acudió en su ayuda pues ya tenía una falta grande de hombres. Este costalero, el año pasado tuvo el honor de portar de nuevo a nuestro Cristo. También de allí partieron gente para otras tres Hermandades del Viernes Santo tarde, para tres del Domingo de Ramos, y un etc....., amplio.
Posteriormente el Sr. Adame, desinteresadamente y con gran cariño, tuvo a bien atenderme y traspasarme muchos de sus conocimientos en la formación y manejo de una cuadrilla y sobre todo me dio unas directrices muy claras sobre la forma de hacer las “igualás” cuando la junta de gobierno me confió el martillo de la cuadrilla del palio.
En aquel y otros años siguientes también acudimos y “paseamos” a muchas Cofradías de Gloria.
Este año setenta y siete también fue importante y fructífero para todos nosotros y seguimos en el mismo ambiente y ganas de trabajo que en el anterior y primero. Quizás aquello dio pie a confusiones y es una lástima que un trabajo tan bien hecho, un movimiento tan interesante social y religiosamente hablando, diera opción e inducir a algunas personas a cometer errores que en devenir del tiempo han pasado a ser nadie en el mundo del costal cuando lo podían haber sido todo en este diverso y atrayente mundo.
Bueno. Ahí queó, ¡miarma!
En la próxima entrada tendré que echarle corazón pues habré de narrar una situación muy parecida a la que desgraciadamente se ha hecho normal en este mundo querido del costal.

2 comentarios:

Calleferia dijo...

Querido amigo:

Lo normal en estos casos sería decirte que ha sido todo un placer pasearme por tu casa por primera vez, es lo que suelo decir, es lo que solemos decir.

Pero esta vez no ha sido así. Despues de leer todas tus entradas me encuentro ... no sé; la palabra no es triste, pero tampoco alegre; no encontré placer, pero tampoco disgusto. Quizás sea ¿añoranza?, ¿pena por un tiempo que no volverá?, quién sabe.

Aunque más joven que tú, probablemente coincidimos en este mundillo. Me estrené un martes santo a escondidas, dejando la túnica blanca a un amigo antes de enfilar San José abajo, siguieron La Hiniesta, Panaderos, Servitas, Carretería, Monte-Sión ... años de pruebas reales y ensayos hasta las tantas, años de volver sin poder y poder sin fuerzas y sin gente...

Tengo 45 años y este último Sabado Santo me despedí en San Marcos ... nada es ya igual, ¿mejor?, ¿peor?, no lo sé, pero echo de menos los viejos tiempos.

Un abrazo.

No cogé ventaja, ¡miarma! dijo...

Hola calleferia, bienvenido a esta tu casa.
Añoranza no es la palabra que mejor define mi sentimiento, pena tampoco pues, como digo en una de las entradas, no todo lo pasado me parece mejor.
Si me produce cabreo el que por la ambición de muchos de los que llegamos en los primeros tiempos, no hayamos sabido transmitir los verdaderos sentimientos que nos llevaron a empezar. Al igual que tú echo de menos los viejos tiempos y creo, sinceramente, que a poco que se preocuparan los dirigentes de las Hermandades sería posible retomar ciertas formas de hacer que hicieron factible ese movimiento.
Lamento no tener mejor expresión para poder definir con más claridad cuales son mis propuestas de cambios pero estimo que si persevero igual lo consigo.
Un abrazo amigo.