Seguidores

7 abr 2020

MARTES SANTO 2020


Desde antes del Miércoles de Ceniza, de este extraño año 2020, en el común de los medios que solemos visitar estos días de la Cuaresma los que nos consideramos cofrades, sabemos que se ha impuesto el decir: “se ha suspendido la Semana Santa”; o también: “este año no hay Semana Santa”. Pues, quiénes lo hayan dicho, están tremendamente equivocados o, al menos, mal informados.
Quizá se dé esta equivocación, por la versatilidad que encierra nuestra Semana Santa en Sevilla. Aquí, es una celebración tan diversa y dispersa que admite anunciarse como: Fiestas de Primavera o Semana Mayor por nuestro Excmo. Ayuntamiento; semana de vacaciones por las empresas de turismo; reclamo publicitario de bares cofrades y tertulias; y, además, como lo más importante conmemoración para los católicos: SEMANA SANTA, sin más calificativos por ser todos innecesarios.
Siempre, desde finales de la edad media y la entrada en la edad moderna con la consolidación del Reino de España por los Reyes Católicos; en Sevilla, durante la Semana Santa venimos Conmemorando los que son pilares básicos y más importantes de nuestra Fe Cristiana, como son: la aceptación de Jesucristo, Verdadero Dios y Hombre, de su Pasión y Muerte en la Cruz (Domingo de Ramos); la Institución de la Eucaristía (Jueves Santo); Muerte de Jesucristo y Adoración de la Cruz (Viernes Santo) y Resurrección de Jesucristo, en Cuerpo y Alma, para la salvación del mundo (Domingo de Resurrección).
Quizás ahora, por esta diversidad de enfoques que puede soportar la Semana Santa, unido a la profusión de medios de comunicación existente, y al campo tan amplio de difusión que aportan las nuevas redes sociales, puede ser que hayamos llegado a una cierta desmedida o confusión de los principios y motivaciones de su razón de existir; tantas que nos pueden llevar a la equivocación o, al menos, a la duda. Podría parecer que se ha ido, excesivamente, a lo fácil, a lo vistoso, popular, costumbrista o como le queramos llamar; pero confundiéndolo, al menos aparentemente, con lo necesario, sublime e imprescindible de la Semana Santa. Y no quiere esto decir, que sea prescindible lo popular o folclórico; ni tampoco que no sea importante, pues sí lo es por lo que supone económicamente para la Ciudad en general y para muchos artistas y artesanos en particular; más aún, si todo se ha planteado, y está hecho, en alabanza y gloria de Dios.
La Religión, como virtud que mueve a dar a Dios el culto debido; y en nuestro caso valiéndonos de las Hermandades y Cofradías, que son parte integrante de la Iglesia Católica, al parecer no se ha sabido adaptar, no ha podido o no ha querido adaptarse a los parámetros en los que la sociedad ha convenido mensurar a los medios de comunicación y redes sociales, para ejecutar esa labor de difusión. O al menos, no ha logrado dotarse de la mesura imprescindible para no rebasar los límites de lo equilibrado y conveniente.
El exceso de participación nunca es perjudicial. Aunque desmedida, al menos, puede ser inquietante, y a lo peor, incontrolable. Se ha crecido en el número de nazarenos desaforadamente. Se han desmesurado las cuadrillas de costaleros. Se han agigantado las Bandas de Música en el número de sus componentes. Con todo lo anterior y más circunstancias omitidas voluntariamente, ha habido que redimensionar los ajuares e insignias para las procesiones aumentando en mucho su número. Hemos conseguido llevar nuestras procesiones de Semana Santa, al límite de lo imposible. Hemos forzado a las Instituciones a afrontar una revolución en la economía; y esta necesidad económica ha traído una nueva necesidad, desconocida de siempre por innecesaria en las Hermandades: la prisa.
El cofrade, como su propio nombre indica, necesita: cercanía, amistad, confianza, conocimiento, participación, camaradería y, principalmente cotidianidad.  Se podría pensar y preguntar: ¿Es que no existen estas condiciones? Nada más lejos de la realidad; existe y sigue vivo el espíritu, aunque la dispersión urbana, la dimensión de los censos actuales y la relajación en las prácticas religiosas, que se están instalando en la sociedad, han devenido en unas formas de actuación y comportamientos diferentes a los existentes hasta hace pocos años.  ¡Ojo! No digo ni mejores ni peores, digo diferentes.
Seguramente, por todo anterior expuesto, se ha podido trivializar la vida de las Hermandades; Instituciones que no fueron creadas para un solo día al año, sino para una cotidianidad y una asistencia frecuente, sin necesidad, para ello, de la programación de eventos o actividades como si de un club social se tratara. El cofrade tiene que sentirse necesario, partícipe, tenido en cuenta para todo y por todos, querido e importante.
Los cofrades necesitamos formación. No lecciones de Historia Sagrada, ni charlas de colegio; necesitamos conocer y experimentar nuestra filosofía de cristianos a través de los mejores Oradores y Teólogos disponibles, clases de Catecismo, conocimiento de Encíclicas, Normas, Cánones y Directrices de la Iglesia, en definitiva, necesitamos conocer nuestra Religión y principalmente a través de ella: A DIOS Y SU REINO.
Desgraciadamente vemos desde hace semanas, los medios de comunicación y redes sociales llenos de fotos y videos de nuestras Sagradas Imágenes en sus pasos, de su transitar por las calles, de marchas musicales, de nazarenos y costaleros, etc. pero se echa en falta “sustancia” ¿Dónde está Dios en toda esta sobreexposición de las Hermandades y Cofradías? Ahí hay solo una parte, la más festiva seguramente, pero no indicadora cierta de la realidad. ¿Dónde está la Luz Verdadera que tenemos que seguir? Seguramente la luz de un cirio o un paso sea buena señal, pero no tan cierta como la que nos indicada la presencia del Santísimo Sacramento en nuestra capilla. ¿Dónde está el verdadero Amor a nuestra Hermandad? Quizá la túnica se le asemeje bastante, pero ésta es de uso solo un día, no de diario. ¿Qué queremos decir cuando nos llamamos católicos? Seguramente sacando una cofradía, como ejemplo de un día, lo magnificamos, pero necesitamos llevar, aunque sea un pin, en la camisa de todos los días, que demuestre que no es flor de un día sino forma de vida. ¿A quién llamamos prójimo? Son muy vivificadores los abrazos que nos daríamos al llegar a San Nicolás, pero es más importante no tener que mirar junto a quién te sientas en la Misa por si le tienes que desear la paz.
¡Sí hay Semana Santa! ¡Sí es hoy Martes Santo! Sí tenemos los candelarios, la obligación de reflexionar, como hacemos bajo nuestro antifaz durante la procesión con Nuestro Padre Jesús de la Salud y Nuestra Santísima Virgen de la Candelaria. Yo al menos lo haré, y me he propuesto hacerlo sobre lo siguiente: ¿Qué es la Semana Santa en definitiva? También, con respecto a ella: ¿Estamos dónde queremos estar o necesitamos adecuar algo?
¡A LA GLORIA SEVILLANOS, A LA GLORIA CANDELARIOS!                 

1 comentario:

Naranjito dijo...

Es un placer tenerte por aquí.
La Semana Santa comienza el Viernes de Dolores y termina el Domingo de Resurrección, pero las Hermandades lo son 365 días al año. Lo que pasa que no llevan música, ni nazarenos, ni acólitos, ni reviras, ni costeros, ni saetas, ni costaleros.
La mayoría de la gente foránea y muchos de los autóctonos no conocen la labor callada que hacen los hermanos durante todo el año. Pequeña muestra: la bolsa de caridad.
Un abrazo.