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5 ene 2012

ILUSIÓN E INOCENCIA

Esta entrada la hago a la memoria de mi primo Miguel Núñez Falcón, que disfrutaba este día de cabalgata como nadie podría imaginar mientras vivió.
Siempre en este día tengo un estado de nervios que no es normal: no sé si es la ilusión, el recuerdo de otra forma de vida o el de tantas personas queridas a las que echo mucho de menos en mi día a día y, especialmente, en Navidad.
Ya explicaba en una entrada reciente cual es el sentimiento de Navidad que me asiste. No me gusta el mercantilismo y materialismo que le dan estructura a la Navidad actual y en su máximo exponente en este día de Reyes Magos.
Pensando en mi niñez, veo imágenes retratadas que no sé si son reales o productos de mi imaginación. Yo soy de los niños que afirman haber visto a los Reyes Magos, a todo su séquito e incluso a sus camellos. Los sigo viendo aún  y me bulle el ansía por deshacer el paquete que ocupa mi regalo de Reyes, despeinado y legañoso todavía nada más levantarme.
Cuando niño, mis Reyes comenzaban un mes largo antes de Navidad. Empezaba por la fecha en que la Juguetería Sevillana de la calle Alonso El Sabio, vulgo El Burro, montaba su fantástico escaparate con una gran maqueta de trenes eléctricos. También, en el otro escaparate, exponían unos magníficos fuertes de madera repletos de indios y de soldados del séptimo de caballería, unos balones de reglamento de alta categoría y unos montajes de grúas y máquinas hechas con El Mecano. Lo reconozco: era obsesivo, horas y horas pegado al cristal de aquellas vitrinas, cuando no a las del 0,95 en la calle Puente y Pellón o a las de la antigua juguetería Los Reyes Magos de la calle Cuna.
No me siento capaz de describir la cara de felicidad de todos los chavales que hacíamos lo mismo todas las tardes. Disfrutábamos como si estuviésemos jugando directamente con aquellos maravillosos juguetes. En mi caso particular, todas las noches, el sueño llegaba entre las voces salidas de la radio y la extravagante ilusión de que este año los Reyes Magos me traerían el tren de mis anhelos o el Mecano que me convertiría en ingeniero.
Transcurría toda la Navidad entre cantes de campanilleros por las calles del barrio, el olor de los mantecados de la Casa de las Galletas en la Plaza del Pan y los escaparates con las grandes cestas y jamones de Casa Marciano en la calle  Lineros.  Indescriptible el olor del turrón, El Almendro, que había en la Providencia, que era la tienda de comestibles que tenía Federico Cazorla al final de la calle Aranjuez, este señor tenía la representación de Monerris Planelles. Había unos grandes coros que bajaban desde pueblos del Aljarafe, principalmente Bormujos, San Juan de Aznalfarache y Castilleja de la Cuesta, todos vestidos de pastores y con instrumentos de lo más variado. También había un sonido, extraño para aquella fecha aunque tremendamente bonito, de tamboril y gaita, por la calle Córdoba, Plaza del Pan y Plaza del Salvador, que llamaban a los rocieros de Sevilla al Triduo a su Madre Bendita. No recuerdo haber visto nunca a la Virgen del Rocío en la calle en aquellos años, tendré que mirar este dato de cuándo empezó a salir, en la página de la Hermandad o preguntarle a Juanón Casal, que de este tema sabe una hartá.
Llegado tal día como hoy, mi padre y mi madre nos llevaban a mis hermanas y a mí a ver la Cabalgata; creo que era el único día del año que mi padre nos sacaba junto con el día que nos llevaba a la feria. Invariablemente la veíamos en el parque que había entonces en la Plaza Ponce de León; me encantaba ver a los moritos del colegio Padre Manjón desfilando y tocando, y ¡el recuerdo de las carrozas…! estoy seguro que no podían ser tan espléndidas como las retiene mí memoria; es imposible ya que los medios técnicos no existían, pero seguro que tenían, al menos en mi nostalgia, más luz, más altura, más brillo y más esplendor en una palabra, que las actuales. Otro detalle que retengo y me llama mucho la atención, es ver enganchados tres y cuatro mulos a la larga cosa que en Sevilla que yo sepa nunca fue muy normal. También invariablemente, terminado el desfile de las carrozas mis padres hacían una visita a Casa Barea, que estaba justo enfrente, y compraban lo que debían ser sus “reyes”, unas cuantas de latas de conserva.
Acostarse temprano era obligatorio, pero no menos que  proponerse quedarse despierto para tratar de ver a los Reyes Magos, ya os decía antes que yo logré verlos, pero nada… el sueño me vencía y no reaccionaba hasta que mi hermana Carmen me despertaba para enseñarme los regalos que habían dejado encima de la mesa del centro de la habitación o de la cómoda. La ilusión era desbordante pero siempre iban apareciendo casi los mismos regalos año tras año: una maleta nueva para el colegio, un plumier de madera, una caja de lápices Alpino de colores, una goma cuadrada de Milán, lápices de “Wachinder” acompañado por una pelota de goma blanca, una pistola de pasta con “mistos” o un cochecillo de lata. Daba igual lo que fuese, al final la humilde pelota era el mejor de los balones de reglamento. El coche de lata era el mejor tren eléctrico y la pistola daría jugosas tardes acompañando al policía o al ladrón, según me tocase, que correría por la Alfalfa y límites en interminables huidas y emboscadas que conseguirían hacer olvidar al Mecano.
No confundamos a nuestros pequeños y, principalmente, no nos confundamos nosotros. No tratemos de comprar su inocencia y mucho menos envilecerla. La ilusión es un don que no se compra con dinero, es fruto de un trabajo del día a día vivido con los “locos bajitos”, "comiéndoles el coco" con los Reyes, desbordando su imaginación contándole las maravillas de un simple tambor que le traerán y buscando su confabulación entre la incógnita y  la “pista”…. ¿Cómo será el regalo que me traerán este año los Reyes? Pues yo creo que será estupendo pues tú has sido un taco de bueno. ¿Para que servirá? Pues yo creo que principalmente para divertirte. ¿Será grande o pequeño? Pues yo creo que será tan grande que te podrás subir en él o yo creo que será tan pequeño que te cabrá en el bolsillo, etc.
Ea, pues os dejo que me voy al sobre temprano. Mañana habrá que madrugar para ver lo que me han dejado este año. Como les he dicho en mi carta a los Reyes he sido muy bueno; he pagado todos los impuestos, con dolor de mi corazón, y las comisiones bancarias, no con menos desagrado, que me ha desplumado Cajasol; creo que no le he hecho daño a nadie y el único desliz que he cometido conscientemente ha sido acordarme de los muertos de Zapatero un puñado de veces hasta final de 2011 y ahora, en lo que llevamos de 2012, los he cambiado por los de Rajoy que para el caso es igual y les tengo el mismo aprecio.
Adiós miarmas, que Sus Majestades de Oriente os colmen de felicidad, de paz y del cariño de los vuestros y que EL QUE TODO LO PUEDE, que celebra mañana su día, nos adentre en el tiempo nuevo de gozo que nos llega a los que nos consideramos cofrades.
¡¡¡VIVAN LOS REYES MAGOS!!!

8 comentarios:

Rosa dijo...

Me das una pista?jajajajajaja,como todo el mundo sabe yo soy la mejor dando pistas...gracias por regalarme la ilusión de ese día, en el que en mi casa todo ha sido posible, no como en otras que no han conservado con los años todo ese sentimiento, voy creciendo y me doy dando cada vez mas cuenta de lo difícil que ha debido ser en muchos momentos, por eso, mil gracias!!!!!y creo que te has tenido que portar muy bien porque tienes lo que querias jajajajajajajajaja besitos!!!

Lola Montalvo dijo...

Me encantan tus relatos de tus vivencias personales.
A mí los Reyes..., me dan igual. Pero todo cambia cuando miro la carita de mis peques y en ellos recuerdo la ilusión que yo tuve, hace muchos años ya, cuando era niña. ¡Mira que pasamos penurias, que rozamos la pobreza, que mi familia llegó a tener deudas cuando mi padre se quedó sin trabajo... pero nunca, nunca mi zapato estuvo vacío cuando lo miraba cada mañana de Reyes!
Besos miles, amigo y espero que los Reyes hayan sido muy generosos contigo, porque has sido tela de bueno... :))

Juan Carlos Garrido dijo...

Bendita inocencia. Dejar de creer en los Reyes apenas es el primer paso, es el fin de la magia y saber que todo tiene una explicación, a menudo prosaica.
Dejar de creer en los Reyes, en el ratoncito Pérez y en las virtudes curativas de los besos de mamá es comenzar a dejar de ser niño.

Saludos.

José Miguel Ridao dijo...

Entrañable, Rafael, y qué bien lo cuentas, y qué razón tienes, y qué difícil es hacer lo que dices.

Un abrazo.

PEPE LASALA dijo...

Como siempre tus relatos impresionantes amigo. Una cosilla, yo creo en los Reyes, es algo que me enseñaron mis padres y jamás olvidaré. Un fuerte abrazo desde el blog de la Tertulia Cofrade Cruz Arbórea.
http://tertuliacofradecruzarborea.blogspot.com/

Naranjito dijo...

Solo una persona que haya visto a Sus Majestades los Reyes Magos puede contar las cosas como las cuentas tu.
Que el 2012 te sea propicio, aunque me parece que te tendras que seguir acordando de los antepasados de más de uno.
Un abrazo D. Rafael.

Verdial dijo...

Que tiempos tan felices. Yo también he vivido casi paso a paso lo mismo que tú, sólo que yo miraba los escaparates de los "bebés queridos" y de las muñecas andadoras.
Cuanta ilusión, con esos olores y sabores tan entrañables...

Yo también me he cagado en los muertos de los dos que mencionas.

Un abrazo

Bernardo Romero dijo...

Rafa, te vuelvo a rogar por todo lo que más quieras, que estas entradas con tus recuerdos infantiles y no tan infantiles, las vayas guardando en un documento de word o de lo que sea. Si no las quieres publicar ahora, tienes la obligación de dejarle estos tesoros a tus hijos, a tus nietos y a todos quienes algún día tengan la suerte de leerlas. Cada vez que te leo disfruto con tu Sevilla, miarma. Ole, los tíos grandes. Se m'han puesto los pelos de punta, somamón.