Hace unos días, poniéndome al día en lecturas atrasadas que tengo de algunos blog de los que suelo frecuentar, me topé con el nombre Bobby Deglané y el recuerdo que de él y de sus programas, hacía D. José Luís Garrido Bustamante. Después, no recuerdo adónde, leí que, en estos días, hacía cincuenta años de la Operación Clavel.
Esta asociación de citas, me despertó recuerdos de una lejana niñez que me dejó infinidad de vivencias que yo rememoro con una gran nitidez pese a la poca edad que tenía entonces. Posteriormente cuando las comento con mi hermana Carmen, 6 años mayor que yo, me confirma como ciertas y no fruto de una imaginación mía que, a fuerza de deseo, acabase confundiéndola con la realidad. Ahora las quiero compartir con vosotros.
Pues, como decía, mi memoria empezó a trabajar a raíz de esas lecturas y me vinieron muchas imágenes de cuando “larriá”. Recuerdo ir con mi padre de la mano a llevarle algunas cosas a su hermano Juan Antonio. Mi tío vivía en la calle Oriente en la casa que nos encontrábamos, justo enfrente, cuando pasábamos por la calle que había debajo del puente de la Puerta Carmona. Desde la baranda del puente, a través de unas cuerdas, le hacía llegar las mercancías, entiendo que sería algo de comida, ropa limpia, tabaco, etc. Eso fue ya en los últimos días de “larría” pues, durante ésta, el agua llegó hasta la calle Águilas a la altura de la calle Lirio y por lo tanto era imposible llegar hasta allí sin la ayuda de barcas. También recuerdo ir con mi padre a la zapatería que tenía mi vecino Pepe Morilla, en la calle Recaredo, que lo había perdido todo con el agua y había que hacerle arreglos. Este local estaba en unos soterrados que había al lado de la capilla de los Negritos , junto al bar de los barbos; el sitio concreto es dónde hoy existe un bazar de todo a cien. Recuerdo ir con mi madre al puente de Triana para ver la cabeza de león que había en el embarcadero de Sanlúcar; había una tradición que decía que cuando llegaba el nivel del agua a la cabeza del león, el rio se desbordaba.
La radio era lo que se escuchaba, y oía, entonces durante todo el día. En casa solíamos cenar sobre las ocho y media que venía mi padre. Después de cenar, él se volvía otro rato al bar de Faustino en la Alfalfa a tomar café o jugar al dominó y mi hermana Loli salía un rato con el novio hasta las 10,30, más menos, que volvían los dos y ya nos recogíamos todos con la puerta de la sala cerrada y la radio puesta con los distintos concursos que había o programas semanales: Conozca usted a su vecino, Ustedes son formidables, Cabalgata fin de semana, Lo toma o lo deja, o las obras de teatro que hacían Emilio Segura, Pepe da Rosa u otros programas por el estilo. Os recuerdo que vivíamos cinco personas en una habitación que no tenía más de 25 ó 30 metros cuadrados como ya conté en su día: mis padres, mis dos hermanas con 10 y 6 años mayor que yo y yo mismo. Es por eso que mi padre, al igual que otros hombres, pasaba tanto tiempo en las tabernas y bares. Aquella sala servía de comedor, cuarto de baño, dormitorio, cuarto de estudio y para todo en definitiva.
En aquella temporada lo que escuchaba casi toda Sevilla era el programa de la Operación Clavel que Bobby Deglané había puesto en marcha para procurar ayuda a los damnificados de “larriá”. Los días previos a la llegada de la misma a Sevilla, en la casa de vecinos había un jaleo de todas las mujeres preparando los avíos necesarios para ir a recibir a los expedicionarios. Recuerdo que las zagalonas de la edad de mi hermana Loli, sacaron los vestíos de gitana y se conformaron varios grupos según el lugar adónde si iban a poner para ver y recibir a la caravana de camiones, coches y motoristas que la componían.
Mi madre formó grupo con mis tías Charo y Encarna, la Loli de arriba, la Lola de Medina y algunas otras y nos encaminamos por la calle Sol y la carretera de Carmona para ponernos a la altura de la fábrica de la Estrella del Sur que estaba donde hoy está el Lidl de la avenida de Kansas City. Como no estaba fácil llegar, pues todos los terrenos de la Corza el Fontanal y lo que hoy es el Parque Las Naciones estaban anegados, por lo que giramos y, campo a través y siguiendo la vía del tren, nos situamos, más menos, frente donde hoy están las instalaciones de Ocus en San Pablo; eso es decir que estábamos muy cerca de donde posteriormente se formó el desastre aunque lo suficientemente lejos como para no ver nada ni padecer el mismo.
El ambiente era de fiesta y las mujeres llevaban comidas y refresco en la misma medida que se llevaban entonces a la feria o a alguna excursión que se programara: tortillas de papas, filetes empanados, huevos duros, picadillo de caballa o bonito y cosas por el estilo regado con Coca Cola y Casera calentona. Jaleo, chistes, cantes de la Lola de Medina y todo acompañado con gran vocerío y algún que otro baile por sevillanas de vez en cuando en las parás de camino; en definitiva: DIA DE FIESTA GRANDE.
Todo lo que hasta aquel momento era fiesta y jarana se convirtió de momento en desastre, miedo, chillidos ahora de terror, intranquilidad y sobre todo desorden. No volvimos a casa hasta muy tarde, ya anochecido, por el camino se oyeron cientos de versiones de lo que había pasado, aunque creo que ninguna se prestaba ciertamente a la realidad sino a la imaginación de cada cual que hablaba de haber estado presente. No hubieran cabido tantas personas, si hubiese sido cierta su presencia, en el sitio del accidente.
Cuando entramos en casa, recuerdo la única ocasión en que vi a mi padre gritarle a mi madre en toda la vida que viví con ellos. Mi padre estaba desquiciado y la verdad es que yo no entendía el porqué de las voces y de la discusión, ya que nada nos había pasado, ni mi madre ni mis tías tampoco y así se lo querían hacer ver a mi padre, pero era imposible. Ya cuando los ánimos se calmaron mi padre supo explicar el motivo de su estado: él si había participado activamente en la tragedia y de ahí su estado anímico.
Aquel día, después lo supe por las muchas veces que se comentó sobre este incidente en casa, previendo que muchos empleados faltarían al trabajo por los problemas de transporte que habría y también por los muchos que deseaban participar en el evento, decidieron los que quisieron trabajar dedicar el día a arreglar el almacén de enseres de la empresa. En aquel tiempo mi padre trabajaba para Construcciones Roch. La oficina y almacén de enseres se encontraba en la calle Capitán Vigueras, justo detrás de la Casa de Socorro del Prado. Estaban en el tajo cuando empezaron a escuchar el escándalo de sirenas de ambulancias y bomberos, que salían del anejo parque de San Bernardo, y de claxon de coches que llegaban al centro sanitario. Ese fue el motivo de que tanto mi padre como Juan Lora, que era su ayudante entonces, se asomaran a la plaza para ver qué pasaba. Cuando llegaron y vieron el caos allí organizado empezaron a preguntar que qué es lo que había pasado y el motivo de tanto jaleo. Se ha caído una avioneta y ha matado y herido a un puñado de gente fue la respuesta que escucharos.
El personal del Equipo Quirúrgico no era suficiente, y es por eso que acudieron en su ayuda efectivos del cercano cuartel de Intendencia en el que aparentemente había un destacamento de Sanidad Militar. Según contaba mi padre, hubo un momento en que llegaron entre otros vehículos una furgoneta DKW y un Isocarro lleno de heridos entre los que iban algunos heridos con miembros amputados e incluso uno decapitado. Fue entonces cuando un Coronel les dijo a ellos dos, y a otros hombres que había en los alrededores, que ayudaran a transportar a los heridos hasta el interior del hospital y los pusieran donde les dijeran los médicos o sanitarios.
Era de entender su estado de ánimo y miedo al llegar a casa y encontrar que siendo ya avanzada la tarde no estábamos ninguno de nosotros y las mujeres que habían regresado no daban razón ni de nosotros ni de mi hermana Loli que había ido con su novio a recibir la expedición vestida de flamenca y montada en una Vespa.
Gracias a Dios todo pasó, la tragedia no se ocupó ni de mi familia ni de ningún vecino o conocido. Lo que debería haber sido una fiesta grande en Sevilla de solidaridad, generosidad y entrega de todo el pueblo español quedó en un disgusto que ya siempre mortificó el ánimo de aquel gran locutor, sevillano de adopción y madre, y, sobre todo, buena persona como reconocen todos los que lo conocieron y trataron, Don Bobby Deglané Rodríguez Portocarrero al que Dios guarde y premie en su gran generosidad para Sevilla.
8 comentarios:
Yo tenía 5 años cuando ocurrió, pero como son cosas que impactan y no se olvidan, lo recuerdo perfectamente. En casa estábamos todos sobrecogidos con la tragedia, y dentro de nuestras escasas posibilidades aportamos lo que buenamente pudimos.
No, algo así no se olvida. Se queda grabado para siempre.
Un abrazo
No conocía el retazo de historia. Lo he visto en los medios estos días y me he quedado con la boca abierta... Yo preocupada por lo que los romanos hicieron en Hispania-Hispalis hace 2000 años y sin conocer un caso tan horripilante -por el miedo- y emotivo, por lo solidario, que he tenido tan cerca de casa.
Besos miles Rafael
Otro colorido capítulo de las memorias por entregas que en ocasiones vas dejando por aquí. Quizá debieras plantearte recopilarlas.
Saludos.
Siempre es bueno recordar los acontecimientos para que no se pierdan, que la gente joven sepan la historia de gente cercana y bonito es, también, seguir recordando a personajes como el gran Bobby Deglané.
Un abrazo, ¡miarma!.
Uno de los desastres aéreos más grandes de la historia de Sevilla, y como dice el refrán: "Al perro flaco, todo se le volvieron pulgas".Pero dentro de la tragedia se pudo comprobar como hasta en los momentos mas dramáticos la gente puede ser solidaría y buena.Un abrazo, FALI ¡MIARMA!.
Impresionante, Rafael. Tu relato y cómo lo cuentas. Tu vida sí que ha tenido autenticidad, es una vida que, por suerte o por desgracia, ya no existe. Tus recuerdos son entrañables, pero supongo que el vivirlos no fue fácil. Estoy con sombras, deberías recopilar estos episodios.
Un abrazo.
Impresionante. No conocía este suceso, pero tal como lo cuentas, me parece haberlo vivido.
Estas experiencias no deberian quedar en el olvido, no de quien lo vivió , que nunca podrá olvidarlo, sino de los demás; deben transmitirse
Un saludo
Mi Suegro siempre contaba que estaba en el lugar donde cayó la avioneta, junto con mi suegra y mi mujer con pocos meses. Por esas cosas del destino decidieron cambiarse de sitio para juntarse con unos amigos, eso los salvó. Siempre que escuchaba algo sobre la operación Clavel decía lo mismo: !ofú ofú!.
Un saludo y a recopilar tus histórias.
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